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viernes, 20 de julio de 2007

El pecado original, sus consecuencias y su solución


Versión 07-07-07


Carlos Aracil Orts



1. Introducción.


En el tiempo que nos ha correspondido vivir, principios del siglo XXI, escribir o hablar sobre el pecado puede parecer trasnochado. Esto es debido, en primer lugar, a la importante y extensa secularización que experimenta nuestra sociedad. Una gran mayoría de personas consideran que la Biblia no tiene nada que ver con la revelación del plan de Dios para la salvación de la humanidad. Gran parte de nuestro mundo ha llegado a convencerse de que la Biblia está compuesta fundamentalmente por relatos pueriles, que no son, por tanto, dignos de crédito alguno.


En segundo lugar, la interpretación que, una gran parte de los científicos, han hecho de los conocimientos que actualmente han alcanzado ciertas ramas de la ciencia, como la antropología, biología, biogenética, arqueología, geología, etc., apoyando, con entusiasmo, la teoría de la evolución, ha contribuido, sin duda, en gran manera sobre el estado de opinión de muchísima gente, que al no poder hacer frente a los argumentos científicos, acaba por abandonar sus escasas convicciones religiosas para refugiarse en lo que se le presenta como un hecho comprobado por la ciencia, y por tanto, infalible.


Hoy en día en los centros de educación de cualquier grado y en las universidades, se imparten asignaturas de las materias antes relacionadas en las que se presenta como un hecho, que el origen remoto del ser humano se debe a que una bacteria, por azar, o por no se sabe que misterioso proceso químico, se llegó a formar en este planeta en que vivimos, y de ahí, mediante una lenta y laboriosa evolución, descienden todos los organismos y seres vivientes, incluso, también el rey de toda la creación, que es el hombre.


Con todo lo antecedente y la gran divulgación y propaganda que se realiza a favor de la teoría de la evolución por los poderosos medios de comunicación, a través de variados y amenos programas, a nadie nos puede extrañar que se ridiculicen las creencias de las religiones cristianas en general, y en particular la del pecado original. Sostener, en determinados ambientes, la doctrina bíblica y cristiana de que existió una primera pareja que se llamaba Adán y Eva, que al desobedecer a Dios, comiendo del fruto prohibido, introdujo el pecado y la muerte en el mundo, puede resultar extremadamente chocante, y ser calificado como una creencia infantil ampliamente superada y desmitificada por los conocimientos actuales de la ciencia.


Sin embargo, abordamos el estudio de la doctrina del pecado original, porque consideramos que es fundamental el conocer y entender su significado, y la relación que tiene para la vida cotidiana y para la salvación del ser humano. Ello implica descubrir cuál es la naturaleza y condición humana, y responder las grandes cuestiones que desde siempre se ha hecho la humanidad: ¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? ¿Por qué existe la muerte, el mal, el dolor y el sufrimiento? ¿Existe solución para el problema del pecado, la maldad y la muerte?



2. Qué es el pecado original


El pecado original es el origen y la causa de la existencia del pecado en el mundo. Ésta es una razón de su “apellido” original, porque por él se inició el pecado en este planeta. Otro motivo para llamarlo así se debe a que las circunstancias en que se produjo fueron únicas y originales y que nunca más tuvieron lugar.


Tratemos de hacer un esfuerzo de imaginación para remontarnos al comienzo de la prehistoria de este mundo. Dios acaba de crear este planeta con todo clase de vida, y a la primera pareja humana, Adán y Eva con la misión de gobernar y administrar esa perfecta creación, le proporciona un maravilloso hogar en el jardín del Edén.


En este momento, el lector puede dar rienda suelta a su fantasía, y pensar en todo lo que es bueno y que, sin lugar a dudas, cualquier persona anhelaría y le haría feliz. Todos podemos tener en mente ese paraíso idílico, en el que no hay nada que no sea bello, agradable y armonioso. Nada falta, nada sobra. No hay violencia. No hay maldad. Todas las necesidades físicas, psíquicas y espirituales están satisfechas. Adán y Eva gozan de una perfecta armonía entre sí, con el entorno y con el Creador que les ha dado la vida y encargado del cuidado del paraíso. Su unión y amor al Dador de la vida les garantiza una perfecta santidad. Su naturaleza y su ser interior están llenos de la ley de amor y justicia que caracteriza a Dios, su Padre y Creador.


El hombre fue creado a imagen de Dios (Génesis 1:26,27). Si necesariamente Dios ha de reunir todo tipo de perfección en grado infinito, y ha de ser infinitamente santo y bueno para que le reconozcamos como Dios -de otra manera no sería Dios-, las criaturas creadas por Él, si son a su imagen, también deberán poseer todo tipo de perfecciones y virtudes, que lógicamente serán finitas como corresponde a todo ser creado.


Génesis 1:26


Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra.” i


Génesis 1:27


Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.


Génesis 1:28

Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.


Como hemos comprobado, la primera pareja fue creada perfecta en todo y con libre albedrío orientado a la moral que proviene de Dios. El Creador, después de ponerla en el huerto del Edén, y darle instrucciones “para que lo labrara y lo guardase” (Gén. 2:15), les puso una sencilla prueba de obediencia: no debían comer “del árbol de la ciencia del bien y del mal” porque si así lo hacían morirían (Gén. 2:16,17). Necesitamos comprender, que su naturaleza, al contrario de la nuestra que está corrompida y esclavizada por el pecado, era totalmente libre, y su voluntad inclinada a hacer el bien, puesto que estaban en armonía y comunión con su Padre celestial. De aquí, que resulta inexplicable que, olvidándose y haciendo caso omiso del claro mandato de Dios, ambos, primero Eva y luego Adán, comieran del árbol prohibido.


No podemos entender completamente como unas criaturas perfectas, que vivían plenamente satisfechas y en comunión con su Creador pudieron fracasar en una prueba de obediencia tan fácil de cumplir. Todavía no es posible que expliquemos el misterio de la entrada del mal no sólo en el mundo sino también en el cielo, donde Lucifer y sus ángeles se rebelaron contra su Creador (Véase Isaías 14: 12-20, Apoc. 12: 4, 7-9; 20:1-3). Cuando estemos en “el cielo nuevo y la tierra nueva” (Apoc. 21:1-8), Dios nos aclarará todos los misterios que ahora no nos corresponden saber.


No obstante, nuestro deber es estudiar, analizar y aceptar todo lo que Dios nos ha revelado en su Palabra que está en la Biblia, tomando ejemplo y enseñanza, aplicándolo a nuestra vida, pues para nuestra edificación, santificación y salvación nos ha sido dado.


Así pues, es aleccionador para nosotros desentrañar los ingredientes implicados en el pecado original que cometieron Adán y Eva. No sabemos si ellos, por sí solos, sin la presencia del tentador, hubieran tomado la misma decisión de desobedecer a Dios comiendo del árbol de la ciencia del bien y del mal. La realidad de lo que sucedió es lo que importa. La Biblia nos revela que antes de que pecara la primera pareja, ya había aparecido el mal, personificado, primeramente en el cielo, por la rebelión del querubín Lucifer, y después en la tierra, donde se manifestó utilizando a la serpiente como médium (Gen. 3:1), la misma que Apocalipsis 20:2 identifica y descubre como el mismos diablo y Satanás.


Dios permitió a Satanás que los tentase así como también consintió que Jesús, su unigénito Hijo, postrer Adán (Rom. 5:14), fuera tentado en todo, en circunstancias tremendamente difíciles, y rodeado por los muchos malvados de sus días (Mateo 4:1-11, Heb. 4:15; 2:17,18). Por tanto, la tentación que sufrieron los primeros padres de la humanidad, no les exime, en absoluto de su responsabilidad.


Analizando lo que le ocurrió a Eva en el momento en que concibió el pecado (véase también Santiago 1:13-15) podemos aprender por qué pecamos nosotros. En primer lugar, vemos claramente que se despertó en la madre de la humanidad, una codicia por alcanzar la sabiduría. En segundo lugar, creyó a la serpiente, Satanás, no sólo cuando desmintió a Dios (“No moriréis Gén. 3:4), sino también cuando el diablo le aseguró “...serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal”( Gén. 3:5).


Si averiguamos cuál fue el error de Eva, seguramente podremos evitar nosotros caer en otras tentaciones, aunque en el caso de la humanidad caída, los descendientes de Adán, es bastante distinto, pues nosotros poseemos “la concupiscencia de la carne” de la que habla Santiago en la anterior cita (véase también Romanos 7:23-25), que nos incita a pecar, la cual no tenía Eva.


La equivocación o el pecado de Eva consistió en creer, a pies juntillas, lo que el primer desconocido que encontró -Satanás, hablando a través de la serpiente- le aseguró. Lo que implicaba, no sólo desobedecer la orden de Dios, sino dudar de la veracidad de Dios, considerar a Dios mentiroso. Supone desconfianza y pensar que Dios, al prohibirles comer del árbol, les estaba impidiendo ser como Dios mismo y conseguir la sabiduría de Él. Eva, la criatura, ambicionó ser como el Creador y poseer su sabiduría, no la que le correspondía como criatura perfecta en comunión con Dios, sino la sabiduría infinita del Padre celestial.


3. Consecuencias del pecado original para la humanidad.


Las consecuencias del pecado original sean hecho evidentes a través de los siglos. En primer lugar, el planeta tierra perdió su condición paradisíaca, y todo quedó afectado por el pecado, desde la relación del hombre con Dios hasta la relación del hombre con el hombre y con los animales.


En segundo lugar, según consta en la revelación bíblica, en la historia del mundo y experimentado por todos, es tristemente destacable que desde Caín ha habido una terrible y sobresaliente proliferación de la maldad, impiedad y violencia, que se han desarrollado y extendido, sin tregua, por doquier en todas las épocas y en todas partes.


Un tercer aspecto, no menos importante, es constatar la realidad de lo efímero de la vida del ser humano ante lo cual nadie puede permanecer indiferente. Desde la caída de la primera pareja, a lo largo de toda la historia, pasando por el presente y llegando hasta el futuro fin del mundo, no ha dejado, ni cesará de existir la muerte, cumplimiento fiel y justo de la sentencia de Dios a nuestros primeros padres (Gén. 2:17 úp: ...Porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.”).


El pecado en general se define en la primera epístola de Juan capítulo 3, versículo 4, como: “Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley.” Aunque esta es una definición que nos aclara que cualquier acto que transgrede la ley moral es pecado, no agota en absoluto el término en su totalidad. Pecado fue también la actitud de Adán al querer vivir independientemente de su Creador. Éste deseo de autonomía de la criatura respecto del Dador de la vida, demuestra orgullo y soberbia y querer ser como Dios.


Como vimos, el pecado, que cometió la primera pareja, aunque original, también contiene el componente de todo pecado que consiste en transgredir la ley de amor en que se basa el carácter de Dios. Dicho pecado fue de codicia, soberbia, orgullo, desobediencia y desconfianza en Dios e implicó la ruptura de la comunión con el Creador: “Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto.” (Gén 3:8). Y cuando Dios les llama: “¿Dónde estás tú?, sienten miedo por primera vez, son conscientes que han perdido su inocencia, y tratan de justificarse dando la culpa el hombre a la mujer, y ésta, a la serpiente (Gén. 3: 7-13).

Aunque Dios anunció su sentencia de muerte, ésta no sucede de inmediato, pues Dios es misericordioso, y da tiempo al pecador para arrepentirse. Adán todavía vivió 930 años, según se registra en Génesis 5: 5. En Génesis 3: 19 (“Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.”), encontramos la confirmación del destino terrenal del hombre caído. La muerte se extiende a todos los hombres, puesto que en Adán todos pecamos. La muerte, pues, no significa, que el ser humano vaya a vivir en otra dimensión ya sea en el cielo o el infierno, sino, simplemente, que vuelve a la tierra, y se convierte en polvo. ii


Mientras que la ciencia, a pesar de todos sus avances y multitud de investigaciones nunca ha podido explicar el origen del mal, del dolor, del sufrimiento y de la muerte, la Biblia diáfanamente, con sencillez y al mismo tiempo con profundidad, nos revela cuál fue la causa de lo citado y cuál es la solución a todos estos problemas.

4. Cuál es la herencia del pecado original para la humanidad.


Seguramente, muchos se preguntarán, cómo este evento, que sucedió hace alrededor de 6000 años, ha afectado a todos los seres humanos que han nacido en este mundo y afectará a todos los que nazcan hasta el fin del mismo, que se producirá en la segunda venida de nuestro Señor Jesús. Puesto que, desde que el hombre existe en este planeta, la maldad, la violencia en todas sus manifestaciones, el dolor, el sufrimiento y la muerte son realidades que a nadie se le ocultan, no incidiremos más en ello. Nuestro propósito es demostrar con la Biblia, que todo lo anterior son consecuencias del pecado original de nuestros primeros padres, y que éste se hereda o transmite de padres a hijos.


Aunque los científicos aun no han encontrado el gen o genes que son portadores del “virus” del pecado original, la Palabra de Dios declara que nacemos con una naturaleza pecaminosa, que nos inclina o predispone a ser rebeldes y enemigos de Dios. Veamos algunos textos bíblicos que respaldan nuestra afirmación:


Salmos 51:5: “He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre.”


Romanos 5:12, 14, 18, 19


12 Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. 14 No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir.


En mi opinión, es un hecho irrefutable confirmado por nuestra experiencia y avalado por la Biblia que todos los humanos nacemos con una buena dosis de egocentrismo, y con más o menos inclinación a hacer lo malo. A medida que alcanzamos el uso de razón, y en las diversas etapas de la niñez, adolescencia y edad adulta, se experimentan diversos grados de desconocimiento de Dios, de desconfianza y de rebeldía hacia Él, dependiendo, sin duda, de la educación que se reciba de los padres y del entorno. Aún cuando se haya nacido en un hogar cristiano, con padres bien formados, maduros en la fe y con buenas dotes de educadores, la condición o naturaleza de sus hijos es semejante a la de otros niños que nacen y se desarrollan en ambientes agnósticos o ateos. Sin embargo, aunque los primeros son privilegiados, respecto a los otros, el factor determinante no será la educación sino que sea “tocado” por el Espíritu Santo. Por tanto, mientras no nos llegue la conversión a la fe cristiana, experimentando por nosotros mismos una verdadera y auténtica relación de fe y amor a Dios, permaneceremos separados e irreconciliados con Dios.


Desde que Adán pecó por primera vez, se hizo evidente la degeneración moral que supuso independizarse de Dios: pronto Caín, por celos o envidia mata a su hermano Abel, y poco más tarde, la incipiente humanidad antediluviana alcanza el paroxismo del mal, llegando al máximo de rebelión contra Dios, hasta el extremo que Dios, después de advertirles, durante 130 años, mediante el fiel Noé, para que se arrepintiesen, decide realizar su primer juicio sobre los habitantes de la tierra, mediante un diluvio universal. Veamos los textos que lo describen vividamente:


Génesis 6:5

Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal.”

Génesis 6:6

Y se arrepintió Jehová de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón. 6:7 Y dijo Jehová: Raeré de sobre la faz de la tierra a los hombres que he creado, desde el hombre hasta la bestia, y hasta el reptil y las aves del cielo; pues me arrepiento de haberlos hecho. 6:8 Pero Noé halló gracia ante los ojos de Jehová. 6:11 Y se corrompió la tierra delante de Dios, y estaba la tierra llena de violencia. 6:12 Y miró Dios la tierra, y he aquí que estaba corrompida; porque toda carne había corrompido su camino sobre la tierra. 6:13 Dijo, pues, Dios a Noé: He decidido el fin de todo ser, porque la tierra está llena de violencia a causa de ellos; y he aquí que yo los destruiré con la tierra.

A causa de su maldad, consecuencia del pecado original, todos los antediluvianos perecieron, hallando sólo Noé y su familia gracia ante los ojos de Dios. En su misericordia, Dios vuelve a hacer pacto con Noé semejante al que había hecho con Adán (Gén 9:1-17). La tierra está de nuevo deshabitada, y Noé recibe la orden de “...Fructificad y multiplicaos y llenad la tierra.” (Gén. 9:1). La historia se repite, pero ahora el hombre es conocedor del bien y del mal. Los salvados del diluvio han experimentado que separados de Dios no tienen más expectativa que la corrupción y depravación de sus personas, y su fin la destrucción de sus vidas. Dios le da instrucciones a Noé para guardar su integridad moral, y le confiere seguridad del cumplimiento de sus promesas, estableciendo con él la señal del pacto del arco iris, a fin de que ya no teman, pues Dios les promete que nunca más habrá diluvio sobre la tierra.


Inmediatamente después de la caída de Adán y Eva, Dios sentencia cuál será el destino de la serpiente antigua, el diablo o Satanás, y la de sus descendientes, que serán vencidos por la mujer y su simiente. Esto se encuentra en Génesis 3:15, versículo algo enigmático que textualmente dice: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.” Aunque no cabe duda que Dios anuncia aquí el enfrentamiento entre los hijos de Dios y los hijos de Satanás, el conflicto entre el bien y el mal a través de toda la historia de la humanidad, fundamentalmente se vislumbra la victoria final sobre el pecado y sobre Satanás (la simiente de la mujer le herirá en la cabeza).


A la vista de la historia, este evento tan importante, no puede ser otro, que el que se produce con el nacimiento, vida y muerte de Jesús. El punto culminante se produce, cuando Jesús, el Hijo del Hombre, nacido de la mujer, dentro de la nación elegida por Dios, muere en la cruz, clamando la frase “...Consumado es..” (Juan 19:30), que es el anuncio de que el pecado y Satanás son vencidos. De aquí en adelante todo aquel que en Él cree es justificado, y liberado del pecado y de las asechanzas o engaños de Satanás. En ese momento se cumple la importante profecía de las setenta semanas de años que dice así:


Daniel 9: 24 (Véase también Apocalipsis 12:9-10)

24 Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos.”


A lo largo de todos los siglos, Dios atrae hacia sí a todos aquellos que en su infinita misericordia y bondad ha designado que sean salvos. Primeramente Él elige a Abraham, con el que hace nuevamente pacto (Gén. 17:2, 4,7), prometiéndole que en su “simiente serán benditas todas las naciones de la tierra...”, Él será el padre de todos los creyentes, y de Israel, pueblo escogido del cual nacerá el Mesías. Aquí Dios vuelve a ratificar la promesa de gran bendición que vendría de la descendencia de Abraham, la cual es Cristo, según testifica, Pablo, el gran apóstol de los gentiles en Gálatas 3: 16: “16 Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo.”


5. La solución al pecado.


La experiencia de nuestra historia y de cada día demuestra que el ser humano caído está inclinado al mal desde su mismo nacimiento. La Biblia afirma que todo tipo de mal es pecado, y toda maldad, consecuencia del pecado original. Aunque una gran parte de nuestra sociedad actual, no reconoce la existencia del pecado, y por tanto, no considera políticamente correcto hablar del mismo, el pecado es una realidad innegable, con independencia que seamos capaces de reconocerlo también en nuestra propia persona. Es algo que diariamente observamos por doquier, por muy ciegos y sordos que nos hagamos a lo que ocurre a nuestro alrededor y en nosotros mismos. La Palabra de Dios lo testifica y lo confirma. La causa y origen de la muerte ya no representan misterio alguno, son sencillamente la consecuencia del pecado original y de nuestro pecado personal. El gran apóstol Pablo lo explica en los siguientes pasajes:


Romanos 5:12, 14, 18, 19

12 Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. 14 No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir.


18 Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida. 19 Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos. 20 Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia; 21 para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro.”


Por culpa de un hombre, Adán, entró el pecado, y por éste, la muerte. ¿Ha abandonado Dios al hombre a su suerte, a una muerte irremisible? De ninguna manera. El hombre pecó libremente, y recibió la recompensa que le correspondía: la muerte “porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús”( Romanos 6:23.).


Dios, pues, no se ha limitado a crear el mundo, al hombre, y a las leyes que lo rigen y lo sostienen, y luego dejar que todo se desarrolle según el libre albedrío de sus criaturas y el azar, sino que Dios es providente. Él gobierna el universo, y sostiene su creación con su poder infinito. Constantemente endereza las acciones malas de los hombres.


Prueba concluyente de que Dios no permanece expectante sino continuamente activo es que entró a formar parte de nuestra historia y del mundo por Él creado, haciéndose carne en la persona de Cristo, para recibir, en sustitución nuestra, la muerte que nos corresponde. La obediencia perfecta de Cristo cumple la ley de Dios, y su muerte vicaria satisface la justicia de Dios (Romanos 5:18). “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. (Romanos 8:1).


Por tanto, la solución al pecado del hombre está en Cristo: “... el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.”(Juan 1:29 úp.). ¿Cuál es nuestra responsabilidad ante el grave problema del pecado? Primero de todo, debemos asumir que el pecado está no sólo en los demás, sino también en nosotros. Difícilmente acudiremos al Médico (Cristo) si no admitimos que tenemos la enfermedad producida por el virus o el germen del pecado: “Los sanos no tienen necesidad de médico sino los enfermos. (13)...Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento.” (Mateo 9: 12, 13; Véase también: 1 Juan 1:8). En primer lugar, pues, abandonando toda altivez de espíritu, creeremos que la Biblia es la Palabra de Dios, que la verdad no está en nosotros si contradice la clara enseñanza de la Sagrada Escritura. Ella declara la verdadera condición del ser humano, y de que no hay ni un solo justo:


Romanos 2: 10-18


Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; 11 No hay quien entienda. No hay quien busque a Dios. 12 Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. 13 Sepulcro abierto es su garganta; Con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios; 14 Su boca está llena de maldición y de amargura. 15 Sus pies se apresuran para derramar sangre; 16 Quebranto y desventura hay en sus caminos; 17 Y no conocieron camino de paz. 18 No hay temor de Dios delante de sus ojos.


En segundo lugar, ¿qué debo hacer para ser salvo? ...cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa.” (Hechos 16: 30, 31). Así de sencillo. Si se nos pidieran grandes obras o sacrificios ¿No estaríamos dispuestos a intentarlo y hacer todo lo que fuese necesario? Cuanto más si la condición impuesta es solo un acto de fe, que no implica ningún costo. Claro que la fe no es un mero asentimiento intelectual a una o varias verdades espirituales sino que requiere, además de admitir nuestra condición pecaminosa (Romanos 3:23: “Por cuanto todos pecaron...”), aceptar a Jesús como nuestra justicia (Romanos 3:22: “la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él....” ). Siendo, entonces, “justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús.” (Romanos 3:24).iii


Llegados a este punto, si ha quedado claro que vivimos en un mundo donde el mal, el sufrimiento, la maldad, y todo tipo de violencia proliferan por todas partes, y en todo tiempo, y el destino del hombre es vivir precariamente unos pocos años y luego morir, ¿Por qué son todavía pocos los que buscan a Dios y ser salvados de la muerte y de la destrucción que espera a este mundo y a todos los malvados?


2 Pedro 3: 7: Pero los cielos y tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos.”


En Adán la humanidad cae y a causa de su inclinación al mal, muchos mueren y se pierden para siempre, pero el plan y propósito de Dios, desde la eternidad, es rescatar a su pueblo, a todos aquellos que no se conforman con el espíritu de este mundo (Véase 2 Cor. 4:4). Cristo se entregó a si mismo para redimir a los escogidos, a su iglesia (Hechos 2: 23; Romanos 4:25, 8:29, 32, Efesios 1: 4, 5, 11; 2:1).



6. Cuestiones implicadas en la doctrina del pecado original.


En la iglesia cristiana conviven dos concepciones o sistemas teológicos diferentes que, con algunas variantes, coinciden con las posiciones que sostuvieron Calvino (años 1509-1564) y, algo más tarde, Arminio (años 1560-1609) respecto al estado en que quedaron las facultades superiores del ser humano después de la caída.


Calvino afirmaba: 1) la depravación total de la naturaleza del hombre, es decir, incapacidad total de éste para llegar a la fe en Dios por sí solo, 2) elección incondicional –Dios, antes de la fundación del mundo, ha elegido a las personas que han de ser salvas sin tener en cuenta el mérito de las mismas, 3) expiación o redención de Cristo limitada para los creyentes –Cristo murió en la cruz sólo por los elegidos, 4) gracia irresistible –los elegidos no pueden resistir la gracia de Dios que obra en ellos la fe y la salvación, y 5) la perseverancia de los santos –los elegidos no pueden perder la salvación.


Este sistema teológico ha sido adoptado por las iglesias Reformadas o Presbiterianas, y muchas de las denominaciones Bautistas. Aunque fue sistematizado por Calvino, Lutero (1483-1546) y Zwinglio (1484-1531) sostuvieron la misma doctrina que, mucho antes, Agustín de Hipona (354-430) había expuesto.


Arminio, por el contrario, reaccionó defendiendo que el ser humano caído era todavía capaz de elegir creer en Cristo. Su naturaleza, aunque pecaminosa, no estaba tan depravada, ni esclavizada por el pecado, y por tanto, su libre albedrío le permitía, en cualquier momento, decidir aceptar a Cristo como su salvador personal, y reconciliarse con Dios. Como podemos deducir fácilmente, las afirmaciones de este sistema teológico, son prácticamente opuestas al llamado sistema Reformado o Calvinista: 1) Corrupción parcial de la naturaleza humana –la voluntad, o albedrío es libre o sea no esclavo del pecado, 2) la elección está condicionada a que la persona decida tener fe, 3) la expiación o redención es universal, Cristo murió en la cruz por todo el mundo, 4) la gracia de Dios es resistible, y 5) la salvación no está asegurada, y por lo tanto, el creyente, si no persevera en la fe, puede perderla. Juan Wesley (1730-1791) siguió esta posición, y en la actualidad, existen muchas iglesias nuevas, como las pentecostales y otras que tienen estos o parecidos postulados de origen arminiano.


En este estudio apoyamos el sistema Reformado por creer que se ajusta más al contexto general de la Biblia, y es un sistema más lógico y coherente en todos sus principios. En los párrafos siguientes nos limitaremos a exponer los argumentos que demuestran la depravación total de la naturaleza humana o la incapacidad total del hombre caído para elegir creer en Dios y a Cristo como su Salvador, sin que Dios haga el milagro de la regeneración de su naturaleza.


Trataremos de respondernos a algunas preguntas como: ¿En qué ha quedado afectado el hombre, como imagen de Dios (Gén. 1:26), a causa del pecado original? ¿Qué ha ocurrido con su voluntad, libre albedrío, razón, mente y entendimiento?


A lo largo de esta exposición creo que se ha demostrado la indudable pecaminosidad de la naturaleza humana caída y su tendencia e inclinación a hacer lo malo, como lo demuestra nuestra historia y los eventos que diariamente suceden, por lo que no volveremos a incidir nuevamente sobre ello. Parece, pues, evidente que el hombre al decidir separarse e independizarse del Creador, perdió la cualidad moral de santidad que caracteriza a Dios. Por tanto, un primer efecto procedente de su rebelión original es una profunda degradación espiritual, consecuencia de haber cortado la relación de comunión con el Padre (tres veces Santo). Ahora bien, debemos ir a la Biblia para ver hasta que extremo esto es verdad, y para ello leeremos:


Efesios 2: 1-4:


1 Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, 2 en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, 3 entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. 4 Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, 5 aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)...”


Estos versos afirman taxativamente, “que en otro tiempo”, cuando vivíamos en nuestra naturaleza pecaminosa, antes de ser rescatados por Dios, estábamos muertos en pecados, lo que significa que existía una completa muerte espiritual, nula relación con Dios, y fue necesario que Dios nos diera la vida espiritual antes de empezar a creer, pues un muerto es incapaz totalmente de hacer nada. Es necesario, pues, que se nos dé la vida en Cristo para poder tener fe y creer. De aquí, que consideremos errónea la doctrina de las iglesias cristianas que sostienen el principio arminiano de que el ser humano aun es capaz de acercarse a Dios.


En nuestra opinión, creemos que la naturaleza pecaminosa del hombre natural es tal que toda ella, lo que incluye por supuesto las facultades superiores, como la voluntad, razón, mente, entendimiento, está esclavizada por el pecado y por tanto, su inclinación es hacia lo malo. Para demostrarlo citaremos algunos textos que apoyan la idea de que toda la mente del ser caído está esclavizada por el pecado y es incapaz de agradarse con las cosas que se refieren a Dios y a nuestra salvación en Cristo. Veamos:


1ª Corintios 2:14


14 Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente”

No es sólo su voluntad sino el hombre natural, todo él, el que no puede percibir las cosas de Dios, porque para él son locura y no las puede entender. Todos los creyentes, hemos pasado por ese estado, y sabemos por experiencia que es cierto. Las cosas de Dios no nos agradaban, nos parecían aburridas y hasta absurdas. ¿Cómo podíamos entender que la muerte en la cruz de Cristo representaba nuestra justificación y salvación si ejercíamos fe en ello? Era imposible, para nuestra naturaleza aun no regenerada, creer en tales cosas.


A continuación presentamos unos textos que prueban, con más rotundidad si cabe, que la mente o voluntad del hombre natural o carnal -aquel que todavía no ha sido hecho una nueva criatura en Cristo, no puede ser libre ni neutral, pues necesariamente tiene que estar inclinada hacia el pecado o hacia Dios, pero, en ningún caso, es imposible que sea neutral.


Romanos 6: 16-23

16 ¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia? 17 Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; 18 y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia. 19 Hablo como humano, por vuestra humana debilidad; que así como para iniquidad presentasteis vuestros miembros para servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora para santificación presentad vuestros miembros para servir a la justicia.


20 Porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres acerca de la justicia. 21 ¿Pero qué fruto teníais de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte. 22 Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna. 23 Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.


Observemos que pertenecemos a aquel a quien obedecemos, si al pecado, para muerte, o a Dios, para santificación y vida eterna. Notemos, que por nosotros mismos no podemos liberarnos del pecado, sino que Dios es el que nos da la vida espiritual en primer lugar, y, solo entonces, al haber sido regenerados, decidimos a quien queremos servir, si a Dios para vida eterna o al pecado para muerte eterna. La personal carnal percibe la concupiscencia de la carne como deseable, y por tanto, su voluntad tenderá a hacer aquello que le agrade más. Veamos cuales son las intenciones o deseos de la carne según Romanos 8:7: “7 Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; 8 y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.”


7. Algunas objeciones a la doctrina Reformada que sostenemos.


Nuestra actitud debe ser lo suficientemente humilde como para no tratar de ir más allá de lo que ha sido la voluntad de Dios revelarnos. Por tanto, no pretendemos poder explicarlo todo. Reconocemos que también este sistema teológico no está exento de dificultades, pero creemos que se adapta mucho más a la Palabra de Dios que el sistema arminiano. Existen interrogantes que no cabe siquiera que nos los planteemos porque no pertenecen a la voluntad revelada de Dios, como por ejemplo: ¿Por qué Dios, desde antes de la fundación del mundo, ha decidido predestinar a una gran multitud de gente, reunida de entre todas las naciones, y de todos los tiempos, para salvación y vida eterna, y, sin embargo, deja, con solo el llamado común del evangelio, al resto no incluido en el primer grupo, permitiendo que, en este segundo grupo, sea la decisión de cada cual, de seguirle a Él o al dios de este siglo, lo que determine su salvación o perdición?


¿Significa esto que Dios hace acepción de personas? De ninguna manera. Dios no actúa arbitrariamente sino que tiene sus motivos, que no nos corresponde a nosotros saber, para elegir a unos para salvación eterna y dejar a otros para perdición eterna. Él es soberano, infinitamente santo, justo, bueno y sabio, y no puede equivocarse. Peor sería que nuestra salvación dependiera de nosotros, personas caídas, con naturaleza pecaminosa, inclinados al mal, incapaces de elegir lo bueno. Sería terrible si la salvación dependiera de nuestra habilidad, inteligencia, sabiduría, conocimientos, méritos o de nuestro albedrío esclavo. En ese caso la salvación no estaría asegurada para nadie, y desde luego, podríamos vanagloriarnos de haber aceptado y elegido a Cristo, y no seguir, como la mayoría, al dios de este siglo.


A continuación consideramos unos textos bíblicos que indican claramente que Dios no hace acepción de personas:

Deuteronomio 10:17


17 Porque Jehová vuestro Dios es Dios de dioses y Señor de señores, Dios grande, poderoso y temible, que no hace acepción de personas, ni toma cohecho;”


Hechos 10 34:


34 Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas.”


Romanos 2:11

“Porque no hay acepción de personas para con Dios”


San Mateo 5:45


Para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.”


Véanse también Gálatas 2:6; Efesios 6:9; Colosenses 3:25; 1 Pedro 1:17.


Puesto que nadie sabe si pertenece o no al grupo de los elegidos para salvación, la actitud más sabia consiste en reconocer, humildemente, nuestra naturaleza pecadora, y acudir al único que tiene poder sobre el pecado y para cambiar nuestra condición o naturaleza, Cristo, el gran Médico, y Él quitará de nosotros esa enfermedad. Tengamos siempre presente que “5...Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes. Humillaos, pues,...” (1 Pedro 5: 5úp, 6pp.), y “Acerquémonos, pues confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.” (Hebreos 4:16; véase también Juan 6:37, y Juan 15:22).


Otra objeción que suele hacerse es la siguiente: Puesto que afirmamos que la voluntad o albedrío, en la faceta que compete con los asuntos de Dios y de la moral en general, está esclavizado por el pecado en el hombre natural, y que, por tanto, al no actuar libremente sino condicionado por la naturaleza pecaminosa, ¿se podría deducir, de esa premisa, que el ser humano no es responsable de sus actos? Si el hombre natural, no es capaz de arrepentirse, ni de tener fe en Dios y en el Salvador Jesucristo, ¿resultaría por ello que ya no tendría que dar cuenta de sus actos y que no sería responsable ante Dios y los hombres? Pongamos, por ejemplo, que una persona tiene una deuda que no puede pagar, ¿le exime ello de pagarla?.


Dios nos exige el cumplimiento perfecto de la ley moral para salvarnos. Y puesto que el hombre no es capaz de obedecerla perfectamente en todos sus puntos, ¿queda por ello exonerado de cumplirla? ¿No sería responsable ante Dios si la transgrede, aunque sea en un solo punto? (Véase Santiago 2:10)


El propósito de la ley de Dios es dar a conocer el pecado. Y la demanda o exigencia de Dios para que guardemos, respetemos y obedezcamos su ley, no demuestra, en absoluto, que tengamos capacidad para cumplirla enteramente. Veamos algunos textos:


Romanos 3:20

20 ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado. “


Romanos 7:7-12


7 ¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás. 8 Mas el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, produjo en mí toda codicia; porque sin la ley el pecado está muerto. 9 Y yo sin la ley vivía en un tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió y yo morí. 10 Y hallé que el mismo mandamiento que era para vida, a mí me resultó para muerte; 11 porque el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, me engañó, y por él me mató. 12 De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno. “


La ley se introdujo para que el hombre no pudiera excusarse de que desconocía lo que era pecado, y para que el hombre quedara convicto de pecado y de juicio, y no tratara de justificarse con su propia justicia; veamos:


Romanos 5:20, 21


20 Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia; 21 para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro.”


Romanos 3:19


19 Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios;”


Si el libre albedrío necesitara ser neutral para ser verdaderamente libre, entonces ni los santos ángeles ni Dios tendrían esta cualidad pues ellos no pueden pecar porque su naturaleza es santa. Su albedrío es verdaderamente libre porque de su propia naturaleza no pueden salir sino actos moralmente buenos. Ésta será la naturaleza espiritual que los seres humanos salvados recibiremos en la resurrección. Ellos serán incapaces de pecar. Nunca más habrá quien haga pecado. El pecado habrá sido desarraigado y eliminado de todo el universo.


8. Conclusión.


El dolor, el sufrimiento, la violencia en todas sus formas, la maldad y la muerte son hechos reales de este planeta tierra. La Biblia afirma que todo ello es consecuencia del pecado original y, por extensión, de todos los pecados individuales de todas las personas. No existe ni un solo justo en la tierra. Todos hemos pecado, y nacemos en pecado con una naturaleza pecaminosa consecuencia del pecado original.


En el sistema Reformado, también conocido como calvinismo, se considera que la naturaleza caída del hombre carnal o natural es totalmente incapaz de buscar a Dios y de desear su salvación mediante Cristo. Esta naturaleza heredada de Adán se afirma que está totalmente depravada o corrupta, lo que significa que las facultades superiores del hombre están esclavizadas por el pecado para los asuntos de Dios y de la ley moral. Esto no quiere decir que el hombre no tenga libre albedrío natural, para las decisiones que no impliquen aquellos asuntos, ni tampoco que el ser humano sea todo lo malo que quiere y puede ser.


La muerte que toda criatura ha de experimentar más tarde o temprano, es una consecuencia del pecado original, y así lo declara contundentemente la Palabra de Dios:


Romanos 5:12, 14, 18, 19

12 Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. 14 No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir.


18 Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida. 19 Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos. 20 Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia; 21 para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro.”

Muchos han objetado que es injusto que heredemos el pecado de Adán y Eva, puesto que no participamos en ello, y por tanto no somos directamente culpables. Sin embargo, es evidente que ellos nos representaban a todos, a toda la humanidad. La primera pareja, al ser creada directamente por Dios, era totalmente perfecta, y de su comunión con Dios dependía su santidad y su vida. Ninguna criatura humana podía haber sido creada más perfecta y que tuviera la cualidad del libre albedrío. Por tanto, ellos fueron los mejores representantes que pudimos tener.


Quizá lo entenderíamos mejor, con el siguiente ejemplo: Cuando alguien asume nuestra representación, como en el caso de las autoridades, nuestros gobernantes, o simplemente una persona a la que damos todos los poderes para actuar en nuestro lugar, ya sea una abogado, o un amigo en el que tenemos puesta toda nuestra confianza, si éste o aquellos se equivocan, o nos traicionan nos pueden llevar a un desastre, puesto que hemos delegado en ellos, y somos totalmente responsables por lo que ellos hayan hecho en nuestro lugar. Éste símil es algo distinto, pues en el caso de la primera pareja no fuimos nosotros los que delegamos en ella sino Dios quien les dio toda la autoridad, pero el Dios infinito no pudo equivocarse en esa creación, pues entonces no sería Dios.


Dios pudo haber destruido a nuestros primeros padres nada más pecar, pero, parece ser, era necesario que surgiera el pecado y se conocieran sus consecuencias para que una vez extirpado del mundo, este conocimiento y experiencia que se ha tenido del pecado, fuera el antídoto para que nunca más apareciese en ningún otra criatura del universo. Por otro lado, Dios pudo mostrar su infinita misericordia, pues “cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia”(20), y su infinito amor, Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de reconciliación.” (2 Corintios 5:19).


De esta manera Dios establece su maravilloso Plan de Salvación: por un hombre, Adán, entró el pecado y la muerte en el mundo, y por otro, Cristo, figura de Adán, llegó la justicia y la vida eterna. Notemos que, así como se nos imputa el pecado de Adán, por la gracia de Dios se nos imputa la justicia de Cristo, y el perdón de todos nuestros pecados, pasados, presentes y futuros. Cristo es pues la solución al problema del pecado y de la muerte: ”Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.(Juan 3:16). Cristo cumplió la ley moral que nosotros no podemos cumplir, nos imputa su justicia, es decir, sus méritos, esa vida de perfecta obediencia a la voluntad del Padre. Si por la fe le creemos, Dios nos declara justos, y nos capacita mediante la regeneración de nuestra vieja naturaleza, y nos da el nuevo nacimiento, y con él la vida eterna.


En Romanos 5:18 y 19 (citados antes) queda especialmente evidenciada la lógica de la imputación de la justicia de Cristo a los pecadores. Así como en Adán todos somos pecadores, porque, sin ser responsables, se nos imputa el pecado de Adán, por la obediencia de Cristo, se nos imputa su justicia.


Espero que este estudio, que sólo ha pretendido poner en orden mis propias ideas sobre los fundamentos de mi fe, haya podido también ordenar las tuyas o simplemente aclarar alguna laguna que tuvieses. Y si no eres todavía creyente o tienes dudas, espero que te haya servido para disiparlas o para motivarte a investigar más en la Biblia, pues ella contiene palabras de vida eterna. Si todavía no puedes creer ora, como hizo el personaje al que se refiere Jesús en los siguientes versículos:


Si ya eres creyente, espero que, con la gracia de Dios y con este estudio, que sólo ha pretendido poner en orden mis propias ideas sobre los fundamentos de mi fe cristiana, hayas podido ordenar también las tuyas, o bien simplemente subsanar alguna laguna que te quedara de este tema tan importante. Y si no eres todavía creyente o tienes dudas, deseo que te haya servido para disiparlas, o para motivarte a investigar más en la Biblia, pues ella contiene palabras de vida eterna. Si todavía no puedes creer, ora como hizo el personaje al que se refiere Jesús en los siguientes versículos:


Marcos 9: 23, 24:

23 Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible. 24 E inmediatamente el padre del muchacho clamó y dijo: Creo; ayuda mi incredulidad.”


Y, además, medita en los siguientes pasajes del Nuevo Testamento:


Romanos 5:1:


Justificados, pues, por la fe, tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesús.”


Romanos 5:8-11:


8 Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. 9 Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. 10 Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida. 11 Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación.”


2ª Corintios 5:14-21


14 Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; 15 y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.


17 De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. 18 Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; 19 que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. 20 Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.


Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosorts@gmail.com


i Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.


ii El tema de si hay vida después de la muerte, lo he tratado concretamente en varios artículos de la serie de estudios encabezados por el titulado El estado de los muertos en esta misma dirección de Internet.


iii Se puede ver con más amplitud el tema de la justificación por la fe, en el estudio titulado ¿Qué significa ser justificado ante Dios según la Biblia? Publicado en esta misma página Web.