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domingo, 10 de febrero de 2008

Llamados a ser santos

El Camino de Santidad

Versión 06-08-07

Carlos Aracil Orts

1. Introducción[i]

Propósito: Ayudarnos a comprender mejor lo que significa ser santo y como se lleva a cabo el proceso de la santificación de nuestras vidas, así como estimularnos a avanzar en el camino de santidad.

A lo largo del desarrollo de este tema trataremos de contestar a las siguientes preguntas:

¿Por qué debemos aspirar a la santidad? ¿Ser cristiano es equivalente a ser santo? ¿Qué implica o significa ser santo? ¿Nos ha llamado Dios para ser santos? ¿Qué es la santificación? ¿Qué diferencia existe entre justificación y santificación? ¿Es una cualidad imprescindible la santidad para ser salvo? ¿Cómo podemos avanzar en ese camino de santidad?

¿Por qué debemos aspirar a la santidad?

Se me ocurren al menos seis poderosas razones para que tratemos de esforzarnos y perseverar en ello:

1) Porque Dios es santo. Como hijos suyos que somos, le pertenecemos, y por ello, debemos ser semejantes a Él. Su voluntad, incluida y provista en su plan de salvación para la humanidad es que lleguemos a ser santos.

1ª Pedro 1:15, 16

“15..., como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; 16 porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo.(Véase Levítico 11:44-45; 19:2)

1ª Pedro 2:9, 10

“9 Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; 10 vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia.”

No sólo le pertenecemos por habernos adoptado como hijos sino por habernos redimido, rescatado y adquirido mediante el sacrificio de Cristo. Esta fue su voluntad desde el principio (véase también Éxodo 19:5,6).

2) Porque hemos sido escogidos desde antes de la fundación del mundo para ser santos y sin mancha delante de Dios.

Efesios 1:4 (véase también 2ª Tesalonicenses 2:13)

“3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, 4 según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, 5 en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, 6 para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado,

3) Porque hemos sido llamados por Dios a ser santos.

1ª Corintios 1: 2 (véase también Romanos 8:27-30):

2 a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro:”

4) Porque el sacrificio de Cristo en la cruz nos asegura y garantiza tanto la justificación como la santificación final.

1ª Corintios 1:30

“30 Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención;”

Hebreos 10: 10, 14:

“10 En esa voluntad [la de Dios] somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre.

14 Porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.

5) Porque sin la santidad nadie verá al Señor

Hebreos 12:14:

“14 Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.”

Para el cristiano, alcanzar la santidad, no es algo secundario, poco importante o que no tenga que ver con la salvación, sino que, por el contrario, es un requisito imprescindible para ir al cielo. Debemos, pues, perseverar en la tarea de nuestra santificación, esforzarnos y colaborar con el Espíritu Santo con ese objetivo siempre en mente.

6) Porque al hacer la voluntad de Dios seremos más felices aquí en este mundo, y se nos dará la corona de justicia o de vida para el venidero.

2 Timoteo 4:8:

“7 He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. 8 Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.”

Santiago 1:12:

“12 Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman.”

1 Pedro 5:4:

“4 Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria.

Apocalipsis 2:10:

“10 No temas en nada lo que vas a padecer. He aquí, el diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida.

1ª Corintios. 9:24 – 25: “24 ¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. 25 Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. 26 Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, 27 sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado.” (Véase además Fil. 3:13; etc.)

Todas ellas son importantes motivaciones o razones para tratar de alcanzar la santidad.

2. El hombre carnal o natural versus el hombre espiritual

Condición del ser humano en general

En general los seres humanos somos imperfectos y egoístas, pues tenemos variedad de defectos y debilidades de carácter, y cantidad de carencias físicas, psíquicas y espirituales. En multitud de ocasiones, tratamos de saciar la sed de felicidad, bebiendo en infinidad de fuentes que resultan insatisfactorias, y que, como máximo, sólo logran un momentáneo alivio de la misma, dejándonos la mayoría de las veces insatisfechos y frustrados.

Unas veces son nuestros deseos egoístas los que nos impulsan a obrar de una determinada forma, pensando sólo en nosotros mismos, y sin tener en cuenta las necesidades de las personas que conviven o que pertenecen al entorno en el que nos movemos. Otras, intentamos llenar nuestro vacío por medio del consumo superfluo de bienes materiales, o bien, enfrascándonos en todo tipo de actividades, más o menos frívolas, que lo único que consiguen es que olvidemos que la verdadera felicidad está en el desarrollo de la vida espiritual de comunión y relación con Dios y con nuestro prójimo.

Por nuestra experiencia y la Biblia sabemos que todos hemos pecado y tenemos una naturaleza pecaminosa: (Salmo 51; Eclesiastés 7:20; Romanos 3:10; etc.)

El hombre carnal o natural (antes de la conversión en Cristo)

- “Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para el son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.” (1ª Corintios 2:14; Véase también 1ª Corintios 1:18: “Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios.” )

- Éramos amigos del mundo y enemigos de Dios:

Santiago 4:4“...la amistad del mundo es enemistad contra Dios. Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios”;

Romanos 8:7,8: “Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; 8 y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.” (Véase además Gálatas 5:19-21; Efesios 4:22-32; Colosenses 3:5-10).

Romanos 5:10: “Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.)

- “Aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), (Efesios 2:5)

El hombre espiritual (convertido a Cristo)

1ª Corintios 6:11:

“Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios.”

Los cristianos, en cambio, por la gracia de Dios y su Palabra, hemos sabido cual es la verdadera condición de la naturaleza humana, hemos reconocido su pecaminosidad, y, también, nuestros pecados. Comprendimos que no había ninguna obra humana que pudiéramos hacer para solucionar este dilema. Fuimos conscientes, pues, de nuestro estado de perdición, nos arrepentimos, creímos en el Señor Jesús, invocamos su nombre para perdón de nuestros pecados (Romanos 10:13; Hechos 16:31; 8:37), y fuimos bautizados (Hechos 2:38), reconciliados con Dios (Romanos 5:10; 2 Cor. 5:18), justificados (Romanos 3:24), nacidos de nuevo (Juan 3:3), hechos hijos de Dios (Gálatas 3:26; 4:7) y nuevas criaturas en Cristo (2 Cor. 5:17).

3. ¿Cómo llegamos, pues, a ser creyentes en Cristo y a nacer de nuevo del Espíritu Santo?

Nuestra salvación o perdición dependen de la aceptación o rechazo al evangelio de nuestro Señor Jesús. En la Palabra de Dios se nos muestran los dos tipos de reacciones: en Hechos 2:37, los que oyeron la predicación de San Pedro “se compungieron de corazón”, y reconociendo así su pecado, aceptaron a Jesucristo como la solución al problema de su pecado.

La reacción opuesta que conduce a la perdición, rechazar la gracia que Dios nos ofrece por medio de su Hijo Jesucristo, la encontramos en Hechos 7:54. En esta ocasión los que oían la Palabra de Dios predicada por Esteban, respondieron de muy distinta manera: “oyendo estas cosas, se enfurecían en sus corazones, y crujían los dientes contra él.”.

¿Cómo conseguir la fe? ¿Cómo podemos pasar de incrédulos a creyentes o de inconversos a conversos?

Por un lado, las Sagradas Escrituras nos dicen que “... la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.” (Romanos 10:17). Por otro, si queremos agradar a Dios tengamos fe en Él. Creamos que existe y “que es galardonador de los que le buscan” (Hebreos 11:6). Cuando escuchemos su Palabra no seamos sordos a su llamado. No esperemos que Dios nos llamará de una forma especial y directa, sino que lo hará a través del mensaje del evangelio, “porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, la coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.” (Hebreos 4:12). Por tanto, no menospreciemos su Palabra porque por ella podemos obtener la vida eterna, por medio de Jesucristo, del que dan testimonio las Escrituras (Juan 5:39). Pablo afirma en Romanos 1: 16: “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a toda aquel que cree...”.

Como dice Jesús en la parábola del sembrador debemos tratar de ser “buena tierra”, para que la semilla del evangelio arraigue en nuestro corazón y dé fruto (Lucas 8:15). Como la semilla al ser enterrada muere, pero renace transformándose en planta, o sea, una nueva naturaleza capaz de dar mucho fruto, así nosotros tenemos que nacer de nuevo por el Espíritu Santo para dar fruto y poder entrar en el reino de Dios (Juan 3:5, 6). Por tanto, cuando respondemos positivamente al llamado de Dios por el evangelio, ejercemos fe en Jesús, el autor y consumador de la fe (Hebreos 12:2), Él nos da “potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12,13).

En el proceso de la salvación de todo ser humano confluyen la voluntad del Creador y soberano del Universo y la de la criatura. Por parte de las criaturas, es evidente que todos los hombres nacemos con una naturaleza imperfecta y pecaminosa, porque estamos separados de Dios. Su existencia no es demostrable a través de nuestros sentidos. Tampoco podemos llegar a Él por la ciencia, ni ninguna inteligencia humana es capaz de averiguar, en primer lugar, si existe, y en segundo lugar, cómo es y cuáles son sus intenciones.

Cabría preguntarse, por ejemplo, si Dios nos diera un discurso, invitándonos a la salvación y a la vida eterna, aunque sólo fuera anualmente, a la manera como nuestro Rey se dirige a todos los españoles por Navidad, y todos sin excepción no tuviéramos más remedio que escucharle, ¿Cómo responderíamos a ese llamado?

Creo no equivocarme y me temo que, en nuestra condición caída, la Humanidad no sería unánime en aceptar la invitación de Dios y hacer los arreglos necesarios en su vida para gozar con Él por la eternidad. Posiblemente, se formarían dos grupos, los que deciden salvarse y los que deciden no hacerlo.

Desgraciada o afortunadamente, no recibimos un sermón directo de Dios una vez al año, sino que, en su lugar, podemos recibir su mensaje, por medio de su Palabra escrita, la cual tenemos siempre a nuestra disposición, y también cuando la escuchamos a través de las predicaciones de sus discípulos. Nuestra responsabilidad consiste en dejarnos convencer por la bondad de la Palabra, a pesar de que ella se opone a la natural tendencia de nuestra “carne”, y al espíritu del mundo. Como San Pablo, debemos reconocer que: “... yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien, porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo.” (Romanos 7:18, ver también del 19-25; 8:8: “y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios).

El apóstol Pablo nos aclara en varios textos del Nuevo Testamento qué significa vivir en la carne: “19 Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, 20 idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, 21 envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. (Gálatas 5:19-21; léase además Efesios 4:25-32). Cuando acallamos la voz de la conciencia que nos remuerde por algo que hacemos mal, y además rechazamos la hermosa verdad del evangelio, nos alejamos de la fe y del reino de Dios (2ª Pedro 2:9-22).

En la primera epístola que San Pablo escribió a Timoteo se nos dice que la voluntad de Dios es que todos los hombres sean salvos: “...Dios nuestro Salvador, (4) el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad.” (1ª Timoteo 2:3, 4). Puesto que Dios es todopoderoso y su voluntad es soberana, ¿Quiere decir esto que Dios nos va a salvar a todos aún en contra de nuestra voluntad e independientemente de nuestra fe en Él? Es evidente que no es así. Notemos la segunda parte de este texto: “y vengan al conocimiento de la verdad.”. Puesto que Dios quiere que todos seamos salvos, -y para ello es necesario conocer la verdad, aceptarla y obedecerla-, Él se ocupará de que nadie pueda excusarse en el juicio final, diciendo que no ha podido ser salvado porque ignoraba la verdad. La voluntad de Dios es salvarnos pero nuestra responsabilidad es aceptar la verdad y obedecerla. La Biblia nos dice que la Palabra de Dios es la verdad (Juan 17:17) y Jesús es el único camino, la verdad y la vida, nadie puede alcanzar la salvación sino por Él (Juan 14:6; véase además Juan 1:14, 17; 5:33; 8:32; etc.).

Todos nosotros, también estábamos muertos en delitos y pecados, y anduvimos, en otro tiempo, “siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu de que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de la carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.” (Efesios 2:1-3). ¿Por qué hemos cambiado? ¿Acaso Dios ha intervenido de una forma misteriosa, poderosa, directa y personal para dar la vida a unos y a otros no?

Efesios 2:5, 6

“Aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), 6 y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús,

Romanos 5:8

“Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros,”

Antes éramos enemigos de Dios, pero fuimos reconciliados por la muerte de su Hijo (Romanos 5:10). ¿Qué milagro ha ocurrido para que decidiéramos aceptar la verdad y obedecerla? ¿Es, acaso, el amor de Cristo que nos constriñe (2ª Corintios 5:14)? Con toda seguridad. Dios nos hizo nacer de nuevo, nos dio vida, mostrándonos su amor: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.” (1ª Juan 4:10).

Santiago 1:18 dice: “Él, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas.”. Constatamos, pues, que el medio de gracia que Dios usa para darnos vida espiritual es la palabra de verdad, la cual, como sabemos, es la Biblia. Su voluntad es hacernos nacer de nuevo. Ahora, ¿Cuál es nuestra voluntad? ¿resistiremos a la palabra de verdad? ¿negaremos que la ley del amor se manifestó en Cristo Jesús? ¿la rechazaremos aunque sea “poder de Dios para salvación a todo aquel que cree” (Romanos 1:16)?. Depende, pues, de nosotros que nos dejemos conmover por el amor a la verdad y no endurezcamos nuestros corazones (Hebreos 4:7: “... Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones.”).

Por otro lado, la Sagrada Escritura, también afirma claramente que los creyentes hemos sido escogidos por Dios antes de la fundación del mundo, según su voluntad, para que seamos salvos (Efesios 1:3-14).

Efesios 1:3-14

“3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, 4 según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, 5 en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, 6 para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado, 7 en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia, 8 que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia, 9 dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en si mismo, 10 de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra.11 En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad, 12 a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo. 13 En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, 14 que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.

Muchos creyentes e incluso incrédulos se espantan, se rebelan, rechazan y no aceptan esta clara doctrina de la Palabra de Dios, porque piensan que, si escoge a unos para la salvación, y permite a otros que se pierdan para la eternidad, Dios está haciendo acepción de personas. Además, entienden que a los predestinados, se les determinan sus destinos sin tener en cuenta la voluntad de los mismos. Argumentan que si todo está decidido, de antemano, por la voluntad de Dios, desde antes de la fundación del mundo, nada de lo que haga cualquier persona podrá cambiar su destino. Califican de nefasta esta doctrina de la predestinación por todas las razones citadas, porque coarta la voluntad de las criaturas, haciendo inútil la predicación del evangelio, puede producir desánimo, y que algunas personas lleguen a torturarse mentalmente, al pensar que ellas no están en el grupo de los elegidos para salvación. Como efecto negativo opuesto al anterior, esos mismos detractores, consideran que los escogidos y predestinados por Dios para vida eterna, podrían caer en un exceso de confianza en sí mismos por lo que, supuestamente, es una situación de privilegio, respecto al grupo de los que se pierden.

Esta es una equivocada interpretación de la doctrina de la predestinación de Dios, al equipararla con determinismos absurdos y destinos ciegos. Al modo en que algunos personajes de ciertas obras clásicas griegas eran arrastrados por sus dioses, hacia un destino fatal, del que era imposible escaparse, y al que irremisiblemente las criaturas se veían abocadas, independientemente de cuanto realizaran para evitarlo.

La predestinación que nos presenta la Palabra de Dios es todo lo contrario. Si habláramos de un dios que no tuviese soberanía sobre todo el universo no sería Dios. Dios es soberano y por tanto, lleva el control y gobierno sobre toda su creación. Él, como infinitamente sabio Arquitecto, ha diseñado un Plan de salvación de la Humanidad caída por medio del sacrificio expiatorio de Cristo, “según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él,...” (Efesios 1:4).

Notemos, por favor, que la salvación de los seres humanos no se realiza por un decreto arbitrario de Dios, sino que Él ha conocido de antemano a toda la humanidad antes de que existiese, puesto que al ser eterno, está fuera del tiempo, y todo permanece en su mente como un eterno presente. Comprobemos como San Pablo lo confirma en Romanos 8:29, 30: “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. (30) Y a los que predestinó, a estos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó.

¿Qué medios usa Dios para llevar a sus escogidos a la glorificación? ¿Hace acaso alguna acepción de personas a favor de sus elegidos? ¿Manda a sus ángeles para evitarles todo tipo de mal? ¿Les libra de toda enfermedad, sufrimiento y dolor? ¿Les infunde una gracia especial que les permite aceptar el evangelio de la salvación? ¿Los llama a cada uno y les susurra en sus oídos o en su mente: sé bueno, escucha y obedece el evangelio y tendrás la vida eterna, y si no lo haces, serás condenado al infierno por una eternidad?

Dios no hace acepción de personas: “Porque Jehová vuestro Dios es Dios de dioses, y Señor de señores, Dios grande, poderoso y temible, que no hace acepción de personas, ni toma cohecho;” (Deut. 10:17; Véase también 2ª Crónicas 19:7; Hechos 10:34; Romanos 2:11; Gálatas 2:6; Efesios 6:9; etc.). Él nos trata por igual. Tanto sus escogidos como los que no lo son, reciben el mismo medio de gracia, que no es otra cosa que el evangelio de Jesucristo. Sus elegidos no reciben una infusión mágica de gracia que les ilumine, purifique y santifique. Porque esa no es la forma de intervenir de Dios en la vida de los seres humanos para santificarlos y hacerlos idóneos para el cielo. “La fe viene por el oír, y el oír por la palabra de Dios” (Ro. 10:17). Si creemos esta Palabra y aceptamos a Jesús como nuestro Salvador personal, Él nos da “Potestad de ser hijos de Dios” y somos engendrados de Dios, que es lo que implica el nuevo nacimiento (Juan 1:12, 13). Es decir, como dice Santiago 1:18: “... nos hizo nacer por la palabra de verdad...”.

Cuando amamos el bien, la bondad y la justicia, somos atraídos por la palabra de verdad que es la Biblia, y entonces empezamos a vislumbrar el amor, bondad y misericordia de Dios. A medida que leemos, meditamos y vamos conociendo mejor el magnifico Plan de salvación de Dios, y el maravilloso destino de santificación y glorificación que Dios ha preparado para nosotros, nuestra vieja naturaleza se va transformando en una nueva, a la imagen y semejanza de la de Cristo Jesús.

Dios nos llama a todos mediante su evangelio para que lo creamos, lo obedezcamos y seamos santos. Así lo afirma Pablo, también, en 2ª Timoteo 1:9: “[Dios] quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos,”

Los medios que Dios usa para que alcancemos la salvación son, pues, la fe en la verdad, y nuestra santificación por el Espíritu (2ª Tesa. 2:13). Tengamos claro que no se trata de medios milagrosos que sólo están al alcance de los escogidos, sino que son los mismos medios disponibles para toda persona sincera que quiera acogerse a ellos.

2ª Tesalonicenses 2:13-15

13 Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad, 14 a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo. 15 Así que, hermanos, estad firmes, y retened la doctrina que habéis aprendido, sea por palabra, o por carta nuestra.”

La doctrina de la predestinación nos revela a un Dios, infinitamente sabio, que gobierna el universo y que no ha dejado nada al azar. Nos da la seguridad de que nadie se perderá por accidente o por casualidad. Los escogidos serán salvados en su totalidad. Los cuales, sin duda, coincidirán con todos aquellos que amen a Dios y al prójimo como así mismos por la fe en Jesús.

No obstante, nuestra seguridad no se fundamenta en creer que pertenecemos al grupo de los predestinados, puesto que ningún ser humano sabe, en principio, si está en uno u otro grupo. Nuestra garantía de salvación está en que “... habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu santo de la promesa, (14) que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.” (Efesios 1:13)

Ahora nos queda avanzar o progresar día a día en el camino de la santidad o de la santificación, sabiendo que mientras estemos en este cuerpo corruptible existirá una lucha incesante entre lo carnal y lo espiritual, la ley del pecado que está en nuestros miembros que se rebela contra la ley de nuestra mente, el hombre interior que se deleita en la ley de Dios.

Romanos 7: 14-25

“14 Porque sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado. 15 Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. 16 Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena. 17 De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. 18 Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. 19 Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. 20 Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí.

21 Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. 22 Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; 23 pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. 24 ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? 25 Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado.”

4. Qué es la santidad.

Santidad es la cualidad de santo. Sólo Dios es absoluta e infinitamente santo. Por tanto, toda santidad procede de Dios. Nadie puede alcanzar la total santidad o perfección moral en esta vida, ni en este mundo. Tampoco puede avanzar en santidad mediante sus propias fuerzas. Como hijos de Dios, necesitamos participar de su santidad. La santificación de nuestro ser entero, espíritu, alma y cuerpo es la obra progresiva que el Espíritu Santo hace mientras estamos en este cuerpo, y los grados de avance o de madurez en la misma, dependen de la aplicación a nuestras vidas de los medios de gracia dados por Dios, es decir, el estudio de la Biblia, la oración, y la comunión fraternal de la iglesia local.

2ª Corintios 7:1:

“Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.

La Santidad de Dios

La Santidad es un atributo de la naturaleza de Dios e implica la absoluta perfección moral, infinita bondad, amor y misericordia. En este sentido Dios es santo.

5. Qué significa santo o santificado en la Biblia.

En primer lugar veremos algunos significados de estas palabras.

A) Santo o santificado.

En general, significa, según su contexto, apartado, consagrado, dedicado, purificado, separado, o puesto a parte para servir a Dios y a su propósito. Estos conceptos se pueden aplicar tanto a los creyentes como a los objetos inanimados. Aplicado sólo a personas significa también puro, perfecto, libre de toda culpa, persona con muchas virtudes, etc.

Levítico 20.7: “Santificaos, pues, y sed santos, porque yo Jehová soy vuestro Dios.” (Ver también Levítico 21:8: “le santificarás, por tanto, pues el pan de tu Dios ofrece; santo será para ti, porque santo soy yo Jehová que os santifico.)

A continuación presentaremos varios textos de la Biblia en que aparece la palabra santo, relacionada con Dios, Jesús, personas o cosas, y trataremos de deducir, según el contexto, los varios sentidos citados de este concepto.

Santo según el propósito, la dedicación o el uso especial determinado por Dios.

1) Según la ley del A.T. era santo el primogénito de cada familia de Israel. Lucas 2: 23: “(como está escrito en la ley del Señor: Todo varón que abriere la matriz será llamado santo al Señor) (véase también Éxodo 13:1, 12).

2) La tierra que pisaba Moisés cuando se le apareció Dios en la zarza ardiendo para encargarle la liberación de su pueblo de Egipto es llamada santa por Dios (Éxodo 3:5; Hechos 7:33), el campamento (Dt. 23:14), el lugar santo. Monte santo. Ciudad santa (Apoc. 21:2).

3) Las conductas pueden ser santas (1 Tesalonicenses 2:10: el comportamiento de Pablo fue santo; 2 Pedro 3:11: Pedro nos amonesta a que vivamos santa y piadosamente)

4) La iglesia debe ser santa (Efesios 5:27)

5) Los utensilios del santuario y las ofrendas eran santos (Esdras 8:28)

6) Un día santo Nehemias 8:9 (“Día santo es a Jehová nuestro Dios...), 10; Num. 6:5 (Todo el tiempo de su nazareato será santo: días de apartamiento a Jehová.)

7) Fuego extraño y fuego santo Lev. 10:1-9: Nadab y Abiú, hijos de Aarón, pusieron fuego extraño sobre sus incensarios, fuego que Jehová nunca les mandó. (En verso 10, se amonesta seriamente a los sacerdotes: “Para poder distinguir entre lo santo y lo profano, y entre lo inmundo y lo limpio”

Por tanto, la cualidad de santo es atribuida a todo lo que sirve y se dedica a Dios.

Santo de forma absoluta y perfecta solo es Dios.

8) Toda santidad proviene de Dios porque sólo Él es infinita y absolutamente santo. Dios es llamado en el Antiguo Testamento el Santo de Israel (2 Reyes 19:22; Isaías 37:23; 12:6; 41:14. En Isaías 6: 3, los serafines celestiales se refieren a Jehová como tres veces santo, y en Apoc. 4:8 son los 4 seres vivientes los que le adoran.).

9) Jesucristo es santo. Lucas 1:35: “....El Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios.” Hechos 3:14: “Mas vosotros negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis que se os diese un homicida,” (véase también Hechos 4:30)

De igual modo, Santificar es: Apartar, consagrar, dedicar, purificar, separar para servir a Dios y a su propósito.

Ahora bien, puesto que Dios es santo,

¿Cómo podemos santificar el nombre de Dios?

Como dice Jesús en el inicio de la oración del Padre Nuestro: “...santificado sea tu nombre..” (Mateo 6:9.pp.), o bien como indican los siguientes textos del Antiguo Testamento del libro de Isaías: Isaías 5.16....”Pero Jehová de los ejércitos será exaltado en juicio, y el Dios santo será santificado con justicia); Isaías 29:23 ..”Porque verá a sus hijos, obra de mis manos en medio de ellos, que santificarán mi nombre; y santificarán al Santo de Jacob, y temerán al Dios de Israel.”

Como santificar significa apartar algo de lo común y de lo profano, y tenerlo como algo especial y sagrado, no debemos usar el nombre de Dios como algo común sino con aprecio, respeto y reverencia especial. Estamos, también, santificando el nombre de Dios cuando le alabamos en la oración, o le glorificamos y honramos haciendo su voluntad con nuestra conducta de entrega y servicio a Él (Véase también 1ª Pedro 3:15: “sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones...”).

6. Quiénes son santos según la Biblia.

Como hemos comprobado, santo o santificado es, pues, aquel que es puesto aparte y dedicado al servicio y los propósitos de Dios. El ser puesto aparte como santo es algo que Dios hace independientemente del esfuerzo humano.

Cada nacido de nuevo en Cristo es puesto aparte del mundo y no pertenece más a él sino a Dios. El creyente tiene un nuevo principio, una nueva naturaleza, un nuevo reino, un nuevo Señor, nuevas lealtades, nuevo propósito y una nueva agenda de vida.

La Biblia llama santos a todos los que creen y profesan las enseñanzas de la Palabra de Dios. Existen muchos pasajes en la Biblia que se refieren a los santos, los cuales no pueden ser otros que los creyentes en Cristo.

"Cada cristiano es un santo, y cada santo es un cristiano."

Una gran verdad vindicada en la Reforma protestante es que "cada cristiano es un santo, y cada santo es un cristiano."

"Todos los cristianos son santos, y todos los santos deben cada vez ser más santitos.". Debido al nuevo nacimiento, y por la regeneración del Espíritu Santo, los santos llegaremos a ser progresivamente más y más como nuestro Señor y dueño Jesucristo. La nueva naturaleza producirá una nueva clase de vida.

El Apóstol Pablo dice: “y juntamente con él [Cristo] nos resucitó, y así mismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús." (Efesios 2:6). Eso es lo que significa ser santo, haber sido resucitados con él, es decir, nacidos de nuevo, y estar unidos a Él, como en su presencia santa.

Sin pretender ser exhaustivo, citaremos sólo, como ejemplo, algunos textos de la Biblia que así lo corroboran:

Daniel 7:18: “Después recibirán el reino los santos del Altísimo, y poseerán el reino hasta el siglo, eternamente y para siempre.” (Ver también: Daniel 7:21; 8:24)

Hechos 9:13: “Entonces Ananás respondió: Señor, he oído de muchos acerca de este hombre, cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén.” (Pueden verse además Hechos 26:10)

En el siguiente verso San Pablo se refiere a su visita apostólica a los creyentes de Jerusalén:

Romanos 15:25

“25 Mas ahora voy a Jerusalén para ministrar a los santos.”

(Véase también Romanos 12:13, 2ª Corintios 9:1, 1 Cor. 16:1 “En cuanto a la ofrenda para los santos...” etc.)

Efesios 4:12: “12 a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo.” (Véase también Efesios 5:3; 6:18, Hebreos 3:1, etc.)

La Biblia no respalda la canonización de algunos creyentes cuando mueren. La santidad no depende de milagros.

Las personas que tienen sus raíces en los países del mundo que se han desarrollado bajo la influencia de la religión católica romana, mayoritariamente, creen que santos son aquellos, relativamente pocos creyentes de la citada denominación religiosa, que a lo largo de la historia, han sido declarados como tales por el Papa, mediante laboriosos, intrincados y tortuosos procesos, que se inician algún tiempo después de la muerte de los mismos, y que fundamentalmente deberán probar que la persona, que se propone para santo, haya realizado algún milagro antes de su muerte.

La denominación de santos, que hace la Iglesia católica, a sólo aquellos creyentes que han realizado, al menos, un milagro durante su vida no se ajusta en absoluto con los llamados santos en la Biblia.

7. Por qué los creyentes en Cristo son santos.

Basándonos en 1ª Corintios 6: 11, analizaremos los pasos que han conducido al creyente a ser santo:

1ª Corintios 6: 11:

11 Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios.”

Aunque algunos teólogos consideran que el orden lógico de los puntos doctrinales del texto anterior citado debería ser: justificación, regeneración, adopción y santificación, preferimos mantener la secuencia que indica Pablo en dicho versículo, por ajustarnos a la Palabra inspirada.

A) En primer lugar, somos santos porque hemos nacido de nuevo. Nuestra vieja naturaleza ha sido regenerada por la obra del Espíritu Santo al creer en Cristo Jesús y su obra en la cruz.

Para creer en Cristo Jesús y su obra expiatoria de purificación o perdón de nuestros pecados, es necesario que, previamente, el Espíritu Santo, por medio de su Palabra, nos haya hecho conscientes de nuestro pecado y nos haya dado el poder arrepentirnos. Es decir, estando muertos espiritualmente, se nos otorga una nueva vida en Cristo, es decir, lo que llamamos el nuevo nacimiento y el inicio de la regeneración de nuestra vieja naturaleza (ver Juan 3:3-6). Esto es lo que simboliza la palabra lavados que representa el lavamiento mediante las aguas del bautismo.

Por tanto, al nacer de nuevo somos apartados del mal, separados de la corrupción del mundo, o sea santificados por la obra del Espíritu Santo. Éste es, pues, un primer grado de santificación que alcanza todo cristiano auténtico y sincero en su etapa inicial, la cual podemos llamar santificación inicial o instantánea, porque se produce en el momento de nuestra decisión de consagración y entrega a Dios. Veamos algunos textos:

Romanos 6: 3-6

“3 ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? 4 Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.

5 Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección; 6 sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.”

B) En segundo lugar, somos santos porque hemos sido santificados por Dios.

Veremos algunos textos en los que notaremos que somos santificados en el sentido de que hemos sido, consagrados y dedicados a Dios. Ello implica por nuestra parte, hacer la voluntad de Dios, y entregarnos a Él totalmente; entonces Dios nos santifica mediante la acción del Espíritu Santo (2ª Tesa. 2:13, 1ª P. 1:2).

Judas 1(santificado=consagrado)

“1 Judas, siervo de Jesucristo, y hermano de Jacobo, a los llamados, santificados en Dios Padre, y guardados en Jesucristo: 2 Misericordia y paz y amor os sean multiplicados.”

Otro ejemplo se encuentra en la oración sacerdotal de Jesús, registrada en el evangelio de Juan capítulo 17, cuando intercedía por sus discípulos presentes y futuros, Él dijo a su Padre:

Juan 17: 17, 19:

“17 Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad. 18 Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo. 19 Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad. “

En primer lugar, Jesús afirma que la Palabra de Dios es la verdad y que ella nos santifica, es decir es un medio para hacernos santos o sea, para santificación. En segundo lugar, Jesús dice en el verso 19, “Y por ellos yo me santifico a mí mismo”.

¿Estaba diciendo Jesús que deseaba llegar a ser más santo?

Puesto que Él ya es perfectamente santo, es imposible que sea más santo. Por lo tanto, de aquí deducimos lo que Jesús entendía por santificar. Jesús se había ofrecido al Padre, antes de la fundación del mundo, para realizar el sacrificio en la cruz por nuestros pecados. Es decir, su vida fue dedicada, consagrada a la tarea de la expiación y redención de “ellos”. O sea, se santificaba a sí mismo, dedicándose exclusivamente a cumplir el plan de Dios para la salvación de “ellos”, todos los que iban a creer en Él, para que ellos pudiesen ser santificados mediante su muerte en la cruz.

C) En tercer lugar, somos santos porque hemos sido santificados por la ofrenda de Cristo en la cruz.

Porque hemos sido limpiados en la sangre expiatoria de Cristo Jesús o purificados del pecado cuando él nos justificó por medio de nuestra fe. Veamos algunos textos que prueban nuestra aseveración:

1ª Corintios 6: 11:

11 Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios.”

Hebreos 10: 10, 14

“10 En esa voluntad [la de Dios] somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre.

Y también:

14 porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.”

Estos tres textos coinciden y confirman que hemos sido santificados por el sacrificio de Jesús en la cruz. Hebreos 10:14 añade que por la ofrenda de su cuerpo fuimos hechos perfectos. Ambos verbos, santificar y perfeccionar, están en participio pasado, lo que indica una acción realizada en el pasado. ¿Afirman estos textos que, en el momento de aceptar a Cristo como nuestro salvador personal, fuimos santificados y hechos perfectos?

Puesto que es evidente, que nadie es perfecto, ni totalmente santo, en este contexto, perfecto, no significa haber alcanzado la perfección del carácter, sino experimentar profundamente, con todo nuestro corazón, toda la realidad espiritual que representa Cristo en nuestras vidas. Entendemos, también, que al estar unidos a Cristo, somos considerados por Dios como perfectos y santos, y que la perfección y santificación total, aunque no las poseamos totalmente en esta vida, han sido provistas, aseguradas y garantizadas por la ofrenda del cuerpo de Cristo.

Por otra parte, la perfección adjudicada al creyente en el verso 14 como consecuencia de la ofrenda del cuerpo de Cristo, se establece, en contraste con las ofrendas y sacrificios que no podían hacer perfecto porque no podían quitar los pecados, ni la conciencia de pecado.

Hebreos 9:9-14

“9 Lo cual es símbolo para el tiempo presente, según el cual se presentan ofrendas y sacrificios que no pueden hacer perfecto, en cuanto a la conciencia, al que practica ese culto, 10 ya que consiste sólo de comidas y bebidas, de diversas abluciones, y ordenanzas acerca de la carne, impuestas hasta el tiempo de reformar las cosas.

11 Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación, 12 y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención. 13 Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne, 14 ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?”

Hebreos 10:1-4

“1 Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan. 2 De otra manera cesarían de ofrecerse, pues los que tributan este culto, limpios una vez, no tendrían ya más conciencia de pecado. 3 Pero en estos sacrificios cada año se hace memoria de los pecados; 4 porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados.”

Como creyentes ya somos santos porque hemos sido santificados en Cristo Jesús pero se nos llama a progresar en la santificación día a día hasta llegar a ser santos en el pleno sentido de la palabra. Es decir, después de la santificación inicial, conseguida por la regeneración de nuestra naturaleza en el nuevo nacimiento, se nos llama a proseguir continuamente creciendo en santidad, hasta alcanzar la meta final de ser santos plenamente, es decir, la santificación completa y final, que no podrá tener lugar, en toda su plenitud hasta la segunda venida de Cristo en gloria:

8. Somos santos porque estamos santificados, sin embargo, se nos llama a ser santos, o sea, a progresar en santificación.

En el siguiente texto de 1ª Corintios 1: 2, el apóstol Pablo clarifica que, aunque ya somos santos, es decir, hemos sido santificados en Cristo Jesús, nuestro destino, vocación o llamado es progresar en santidad hasta llegar a ser completamente santo.

1ª Corintios 1: 2 :

2 a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro:”

Véase También Romanos 1:7: “A todos los que estáis en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos..”

- Ahora comprendemos por qué, habiendo sido ya santificados en Cristo Jesús, somos llamados a ser santos. Lo que a primera vista parece una redundancia, no lo es, sino que resulta totalmente coherente con todo el evangelio.

Nuestra aspiración debe ser, pues, que el Dios de paz nos santifique por completo, como Pablo afirma en:

1ª Tesalonicenses 5:23, 24:

“23 Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. 24 Fiel es el que os llama, el cual también lo hará.”

1ª Tesalonicenses 3: 12,13

“12 Y el Señor os haga crecer y abundar en amor unos para con otros y para con todos, como también lo hacemos nosotros para con vosotros, 13 para que sean afirmados vuestros corazones, irreprensibles en santidad delante de Dios nuestro Padre, en la venida de nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos.”

Pablo mismo no había alcanzado la santificación completa.

Fil 3: 12-14

“12 No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. 13 Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, 14 prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. 15 Así que, todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos; y si otra cosa sentís, esto también os lo revelará Dios.”

En el verso 12 Pablo afirma que todavía no ha alcanzado la perfección. Sin embargo, esta declaración, aparentemente, no concuerda con la del versículo 15 en la que cita a todos los que somos perfectos” como si la perfección fuera una realidad para algunos creyentes entre los cuales se considera él mismo, puesto que el verbo está en primera persona del plural.

La explicación a esta, a primera vista, contradicción es la misma que dimos en el apartado C del epígrafe siete, en el que nos referimos a la epístola de Hebreos 10 14: porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.. De aquí se infiere que, al ser el sacrificio de Cristo en la cruz, la ofrenda de su cuerpo, una obra perfecta que nos limpió de todo pecado, a todos los que estamos unidos a Cristo, se nos imputa, junto con el perdón de los pecados, la perfecta justicia de su vida, la cual también nos garantiza la perfección final, con la que podremos ver a Dios, por el poder del Espíritu Santo actuando en nuestras vidas.

1 Juan 3:2, 3:

2 Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. 3 Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.”

9. Qué es la santificación

A) Santificación

La santificación, como objetivo final que persigue el cristianismo, es la purificación de todo pecado del ser entero del cristiano, cuerpo alma y espíritu, hasta llegar a la perfección y recuperación total de la imagen de Dios, perdida en la caída.

Es la acción de santificar. Significa el proceso por medio del cual, el creyente va creciendo constantemente en santidad por la obra continua del Espíritu Santo iniciada con su nuevo nacimiento y que se extiende hasta la muerte. No obstante, creemos que este proceso no se completa totalmente en esta vida.

Implica apartarse de todo lo que es pecaminoso y que contamina tanto al cuerpo como al alma y el espíritu, llevar una conducta santa en toda nuestra manera de vivir y de relacionarnos con los demás, y separación del mal y dedicación a Dios y a su servicio. (1 Tesalonicenses 4: 3-12).

- La santificación es un proceso gradual que se extiende durante toda la vida del creyente, y que aumenta en nosotros, en proporción a nuestro grado de consagración, entrega, comunión y servicio a Dios.

- Se inicia este proceso cuando reconocemos la pecaminosidad de nuestra naturaleza y nuestros pecados, nos arrepentimos y creemos en Cristo como nuestro Salvador personal.

En ese momento somos limpiados de nuestros pecados pasados, presentes y futuros al aferrarnos por la fe a la justificación por los méritos de Cristo nuestro Señor y Salvador. Entonces el Espíritu Santo nos da el nuevo nacimiento, que significa la adopción como hijos de Dios, la regeneración de nuestra vieja naturaleza y nacimiento a la nueva vida en Cristo Jesús.

- La voluntad de Dios es nuestra santificación: (1 Tesalonicenses 4: 3 p.p).

- Es el fruto de la fe. (Hechos 15:9; 26:18)

- Dios nos ha llamado a santificación: (1 Tesalonicenses 4: 7).

- Es la obra del Padre. (Ezeq. 37:28; 1ª Tesa. 5:23; 2ª Tesa. 2:13; Judas 1).

- Es la obra del Hijo. (1ª Corintios 1:2; Hebreos 2:11; 13:12)

- Es la obra del Espíritu Santo. (2ª Tesa. 2:13; 1ª Pedro 1:2; 1ª Cor. 6:11).

B) Diferencia entre justificación y santificación

Desde el momento que creímos, nacimos de nuevo en Cristo por la regeneración del Espíritu Santo, y fuimos justificados, es decir, declarados justos al aferrarnos por la fe al sacrificio sustitutorio de Cristo en la cruz, ya somos santos en el sentido de que hemos sido, apartados del mal, santificados en Cristo Jesús y consagrados y dedicados a Dios.

No obstante, en ese momento empieza el camino de santidad o de santificación que se extiende durante todo el tiempo que vivimos. Sin embargo la santidad plena o perfección no se conseguirá hasta que en la segunda venida de nuestro Señor Jesús seamos glorificados, previa resurrección o transformación de nuestro ser entero, según hayamos muerto o estemos vivos cuando se produzca el maravilloso evento.

Mientras que la justificación representa nuestro derecho o salvoconducto para el cielo, por la cual somos reconciliados y aceptados por Dios, y se produce instantáneamente cuando recibimos a Cristo como nuestro Salvador personal, la santificación, en cambio, es un proceso donde se nos transforma a semejanza de Cristo, y se nos hace idóneos para el cielo. Esto es la obra del Espíritu Santo actuando durante toda la vida del creyente, pero requiere nuestro esfuerzo, disciplina y colaboración, y mantener una constante relación de comunión con Dios, mediante la oración y el estudio de su Palabra.

C) Santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos.

1 Corintios 1:2 (santificado=consagrado)

“1 Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Sóstenes, 2 a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro: 3 Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.”

Como ya hemos indicado anteriormente, al aceptar el sacrificio expiatorio de Cristo Jesús ya alcanzamos cierto grado de santificación, pues, el mismo es el fundamento de toda santificación (Hebreos 10:10, 14).

Notemos que los creyentes hemos sido santificados, es decir consagrados o dedicados a Dios con el propósito de hacernos santos, es decir, para que culminemos el proceso de santificación. Lo cual consiste en la adquisición de una personalidad que esté en armonía con los principios morales del evangelio de nuestro Señor Jesús, desarrollándonos en amor a Dios y al prójimo.

D) El fruto del cristiano es, pues, la santificación

Nuestro fruto, como cristianos, debería ser conseguir la máxima santificación que por la gracia de Dios se nos es dada, y para la cual hemos sido llamados.

Romanos 6:22 (santificación=santidad)

“22 Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.”

Romanos 1:7

“7 a todos los que estáis en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.”

2ª Tesalonicenses 2:13

“13 Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad, 14 a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo. 15 Así que, hermanos, estad firmes, y retened la doctrina que habéis aprendido, sea por palabra, o por carta nuestra.

10. Qué implica ser santo.

En primer lugar:

a) Perfecto

Mateo 5:48; (Deut 18.13)

“Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Ver también Mateo 19:21 al joven rico);

Colosenses 1:28,

“28 a quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre;”

2 Tim 3:16, 17

“17 A fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado par toda buena obra.”

Santiago 3:2

“Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo.”

b) Llegar a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo

Efe 4:13:13 hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo;”

c) Poseer los frutos del Espíritu.

Gálatas 5:22-24

“22 Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, 23 mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. 24 Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.”

d) Crecer constantemente en virtudes y cualidades

2ª Pedro 3-11

“3 Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, 4 por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia; 5 vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; 6 al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; 7 a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. 8 Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. 9 Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados. 10 Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás.”

e) Vestirnos de todas las virtudes especialmente del amor.

Colosenses 3: 12-17:

12 Vestios, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; 13 soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. 14 Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto. 15 Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos. 16 La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales. 17 Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.”

En segundo lugar, como cristianos debemos:

1) Participar de la santidad de Dios.

Heb. 12:10: “Y aquéllos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad”).

2) Perfeccionar constantemente la santidad en el temor de Dios.

2ª Cor. 7:1: “Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.”

3) Servir a Dios en santidad.

4) Seguir la Santidad.

Hebreos 12.14:

Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.”

5) impulsar nuestras vidas a la santificación por medio del Espíritu Santo

1 Tesalonicenses 3:13 (justicia, santificación)

“13 para que sean afirmados vuestros corazones, irreprensibles en santidad delante de Dios nuestro Padre, en la venida de nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos.“

2ª Tesalonicenses 2:13 (Santificación)

“13 Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad, 14 a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo. 15 Así que, hermanos, estad firmes, y retened la doctrina que habéis aprendido, sea por palabra, o por carta nuestra.

11. Qué debemos hacer para avanzar cada día en el camino de santidad

¿Cómo podemos llegar a ser santos?. Como cristianos que profesamos ser, sabemos que hemos sido llamados por Dios para ser santos, aunque reconocemos que muchas veces no estamos a la altura de ese llamado y parece que nos asusta intentarlo o quizá incluso llegar a serlo realmente. Nuestra tendencia natural nos impulsa, en muchas ocasiones, a desviarnos de ese camino o a retroceder.

a) No seamos amigos del mundo porque esto significa ser enemigo de Dios (Santiago 4:4)

b) Renovación diaria de nuestro entendimiento, y crecimiento constante en el amor a Dios y a nuestros semejantes.

Esto implica, no estancarse, no detenerse, y desear con todo nuestra alma avanzar en el camino de santidad al cual nos ha llamado Dios, manteniendo una relación diaria con Él de comunión, mediante la oración y el estudio de su Palabra.

En este sentido nos exhorta humildemente el gran apóstol Pablo en Romanos 12:1,2: ”Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.”

c) Beber de la fuente de Agua y Pan de vida: Jesucristo

Agua de vida

En el evangelio de San Juan, capítulo 4 y versículo 14, encontramos la clave que resuelve el problema de cada persona. “...el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna. (Juan 4:14)

Aquellas personas, cuyas vidas efímeras, vacías y fatigosas, sufrientes y dolorosas con frecuencia, y que finalmente han de morir, si tienen hambre y sed de justicia ...ellas serán saciadas (Mateo 5:6) porque así lo prometió Jesús que no puede mentir.

Pan de vida

Juan 6: 48, 51: “Yo soy el pan de vida. 51 Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo.”

También en el Antiguo Testamento Dios llama para que acudamos a Él, verdadero Pan y Agua de vida. Sólo Él puede saciar nuestro deseo infinito de felicidad y paz.

Isaías 55:1-3.

“1 A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche. 2 ¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan, y vuestro trabajo en lo que no sacia? Oídme atentamente, y comed del bien, y se deleitará vuestra alma con grosura. 3 Inclinad vuestro oído, y venid a mí; oíd, y vivirá vuestra alma; y haré con vosotros pacto eterno, ...”

Como San Pablo, necesitamos proseguir “a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.” (Fil. 3:14) Para ello debemos avanzar por el camino de santidad, y nos será útil saber lo que esto significa.

d) Seguir a Jesús el camino de santidad, sin desviarnos.

Juan 14: 6

“6 Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. 7 Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto.”

Isaías 35:8

8 Y habrá allí calzada y camino, y será llamado Camino de Santidad; no pasará inmundo por él, sino que él mismo estará con ellos; el que anduviere en este camino, por torpe que sea, no se extraviará.

Ahora que hemos comprendido que somos “hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras,..” (Efesios 2:10), que no nos pertenecemos sino que somos de Dios y de Cristo, que hemos sido escogidos y llamados para salvación, santidad y buenas obras, vislumbramos el excelente propósito y sentido para la vida de cada cristiano.

e) Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe

Hebreos 12:1-2

1 Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, 2 puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.

f) Relacionarnos diariamente con Dios a fin de aprender de Él

Juan 6:45

45 Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Así que, todo aquel que oyó al Padre, y aprendió de él, viene a mí.

Isaías 54:11-13

11 Pobrecita, fatigada con tempestad, sin consuelo; he aquí que yo cimentaré tus piedras sobre carbunclo, y sobre zafiros te fundaré. 12 Tus ventanas pondré de piedras preciosas, tus puertas de piedras de carbunclo, y toda tu muralla de piedras preciosas. 13 Y todos tus hijos serán enseñados por Jehová; y se multiplicará la paz de tus hijos.

g) Estudiar y meditar en su Palabra.

Juan 17:17

“17 Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.”

2ª Timoteo 3: 15

15 y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. 16 Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, 17 A fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado par toda buena obra.”


12. Conclusión

a) Elegidos por gracia para buenas obras.

Como cristianos creemos firmemente que fuimos escogidos por gracia de Dios antes de la fundación del mundo y llamados por el evangelio de Jesucristo a una nueva vida en Él, “porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.” (Efesios 2:10). No nos escogió por nuestros méritos, ni por nuestras buenas obras, sino por su gracia, ese favor inmerecido de su infinita misericordia, “(pues aún no habían nacido, ni habían hecho ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a su elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama) (Romanos 9:11)

b) Llamados a ser santos

2ª Timoteo 1:8,9

“8 Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios, 9 quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos, 10 pero que ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio

c) La santificación es un proceso

La santificación es un proceso que no se completa en esta vida, pero que está garantizada para todos los creyentes por el sacrificio de Cristo en la cruz, obteniéndose totalmente con la transformación de nuestra naturaleza carnal, en la segunda venida de Cristo. La seguridad de nuestra salvación depende totalmente de nuestra justificación por la fe, y de ningún modo del grado de santificación al que lleguemos al final de nuestra vida.

Necesitamos, pues, distinguir entre las dos partes de que consta la santificación. Por un lado, la aceptación de Cristo como nuestro Salvador personal, representa el primer grado de santificación, pues por esta decisión nuestra, somos apartados del mundo, separados del pecado, del poder del diablo y dedicados al servicio de Dios en el reino de Cristo.

Hebreos 10:14: “Porque con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a los santificados.”

En segundo lugar, el progreso en santificación, depende del estudio de la Palabra de Dios, de su obediencia a ella, y, por tanto, de poner en práctica los grandes principios de bondad, amor y misericordia hacia nuestros prójimos.

Juan 17: 17: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.” (Véase también 1ª Pedro 2:1, 2; 2ª Timoteo 3:15, 17; etc.)

1 Tesalonicenses 5:23-24: “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es el que os llama, el cual también lo hará.

La santificación no es, pues, una obra que el Espíritu Santo hace en los cristianos de forma milagrosa, instantánea y directa, sino que es un proceso de renovación de nuestro ser entero, cuerpo, alma y espíritu, que se realiza por medio de la Palabra de Dios. Para ello, Dios “constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, (12) a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo.” (Efesios 4:11,12).

Cuando entendemos, creemos, obedecemos y practicamos los principios que se encuentran en la Palabra de verdad, nuestra mente se va renovando (Romanos 12:1,2), “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.” (Efesios 4:12).

No quiere decir que, durante ese proceso, ya nunca más pecaremos. Mientras vivamos estaremos expuestos a ello (1ª Juan 1:8 “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.”). Otra cosa muy distinta es practicar el pecado: “Todo aquel que es nacido de Dios, no práctica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios.” (1ª Juan 3:9). Podemos pecar de forma involuntaria, sin darnos cuenta, por nuestra debilidad e imperfección, pero nunca desearemos pecar y hacer el mal si hemos nacido de Dios.

El Espíritu Santo nos santifica cuando nos dejamos guiar por lo que Él nos dice en su Palabra (Gálatas 5:16-26). La obra de santificación no es, pues, sólo divina sino también humana. Para que haya resultados positivos en nuestra vida debemos hacer nuestra parte: “... Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, (13) porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.” (Filipenses (2:12,13).

d) La justificación significa ser declarados justos

Cristo cumplió todos los requerimientos de la ley de Dios. Al aferrarnos a Él como nuestro Salvador personal, recibimos el estatus de justos por sus méritos, es decir, la justicia que el ganó con su vida y muerte perfecta pagó la deuda de nuestro pecado: (Romanos 8:4: “Para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. “), imputándonos su justicia: (Romanos 4 y Romanos 5:17: “Pues sí por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y el don de la justicia). A partir de ahí, Dios nos considera limpios, no porque no cometeremos nunca más ningún pecado sino porque “... la sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado.” (1ª Juan 1:7). La aceptación del sacrificio expiatorio de Jesús significa el perdón de nuestros pecados pasados, presentes y futuros, o sea nuestra justificación ante Dios.

d) La santificación es el fruto del cristiano

Romanos 6:22 (santificación=santidad)

“22 Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.”

e) Todos los que son justificados son glorificados.

Porque así lo dice Romanos 8: 30: somos predestinados a ser conformes a la imagen de su Hijo y a la glorificación.

Romanos 8: 28-30

“28 Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. 29 Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. 30 Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó.”

f) La vida del ser humano sin el propósito de santidad es vacía e insatisfactoria.

La vida en este mundo tiene sentido, cuando se cree firmemente que no se acaba todo con la muerte, ella ya no será nunca más ese enemigo temible e invencible, sino que aunque uno muera sabe que Jesús ha vencido a la muerte por la resurrección, y que Él nos ha prometido la vida eterna. Mientras uno sigue viviendo en este cuerpo mortal debe tener cada día presente el hacer la voluntad de Dios y todo el bien a los demás, de que sea capaz, por la gracia que Él constantemente nos da.

¿Estáis añadiendo “...a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; 6 al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; 7 a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. 8 Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.” (2ª Pedro 1: 5-8)?

¿Muestran nuestras vidas los frutos del Espíritu?

“22 Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, 23 mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. 24 Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.” (Gálatas 5:22-24)

¿Somos templo del Espíritu Santo?

1ª Corintios 6:19,20 (Ver también 1ª Corintios 3:16,17)

“19 ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? 20 Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.”

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[i] Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.