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viernes, 15 de diciembre de 2006

¿Cuál es la condición del ser humano?

Carlos Aracil Orts

Revisión de junio 2005

A través de la historia de la humanidad se han elaborado diversas teorías que han establecido diferentes premisas o postulados. En mi opinión, la gente tiende a creer y aceptar que el ser humano es por naturaleza bueno, y que es la sociedad o el mundo y la educación y ambiente donde nos desarrollamos lo que nos estropea y pervierte, convirtiéndonos en lo que llegamos a ser. El dicho “todo el mundo es bueno” y los recién nacidos son inocentes, sobre todo esta última aseveración, son ampliamente aceptados.

Es evidente e innegable que factores tales como la educación que se ha recibido, desde la más temprana edad, en primer lugar por los padres y parientes cercanos, y en segundo lugar por los educadores en general, el ambiente o clase social, y la gente con que nos relacionamos, influyen enormemente en la formación de la personalidad y en la adquisición de todo tipo de valores y habilidades que irán en función de la mayor o menor bondad de todo aquello que hemos citado y de las circunstancias que nos rodean a lo largo de nuestra vida.

La frase de Ortega y Gasset “Yo soy yo y mis circunstancias” es completamente cierta. Toda criatura al nacer, aunque virgen su cerebro, lleva el legado de la herencia genética de sus progenitores y antepasados, configurando un único ser, con características peculiares que le distinguen de todos los demás, con un determinado temperamento predominante, y un potencial de inteligencia, talentos y facultades, que se desarrollarán más o menos, dependiendo de la educación y de las circunstancias de que hablábamos.

No voy a pretender adentrarme o aventurarme en campos en que la ciencia ha avanzado muchísimo y está alcanzando logros inimaginables, como es el caso de la biogenética, medicina y otras relacionadas, porque no soy científico, ni tengo conocimientos de ninguna de esas ciencias. Como mucha gente, he oído hablar del genoma humano y del ADN. Parece ser que existe mucha información en nuestros genes que determina lo que podemos ser, e incluso las enfermedades que posiblemente tarde o temprano, nos harán sufrir o acabarán con nuestra vida.

Sin duda, pues, existe un cierto determinismo causado por las circunstancias citadas, y por otras no mencionadas como pueden ser, el lugar y la época de nacimiento. Muchas son las desigualdades existentes entre los seres humanos, y muchos son los condicionantes. La ciencia se expresa en términos de evolución positiva y de progreso real. Sin embargo, solamente recurriendo a la Biblia, logramos descubrir, la verdadera condición del ser humano. La ciencia intenta prescindir del Creador, atribuyendo el origen de la vida a la casualidad: ciertas moléculas que al reaccionar químicamente, y después de millones de años, formaron los organismos más simples que fueron evolucionando hacia los más complejos para llegar a los simios, y de estos el hombre.

La versión de la Biblia, parte de un Creador que crea al hombre a su imagen y semejanza, le da libre albedrío y dispone una única condición de que no comieran de la fruta del árbol del conocimiento del bien y de mal de en medio del huerto del Edén para probar su obediencia, fidelidad, lealtad, respeto y amor. Esta primera pareja humana, no son seres que estuviesen en un grado de evolución prehumana, no son los primeros simios que lograron convertirse en humanos por el proceso evolutivo, sino por el contrario, seres perfectos, hechos completamente libres y espiritualmente en armonía con el carácter de un Dios infinitamente bondadoso, por tanto, son responsables ante Dios de su decisión de desobedecer.

En Adán y Eva, no existía ningún determinismo que los decantara o inclinara su voluntad a desobedecer a Dios. Por el contrario, su naturaleza perfecta en sus tres dimensiones, cuerpo, alma y espíritu (física, psíquica y espiritual), estaba en armonía y comunión con el Creador. Para los seres humanos caídos, es completamente imposible imaginarnos, ese estado de gozo, paz e inocencia, sin conocimiento del dolor, la enfermedad, el mal y el sufrimiento, y con el privilegio de tener a Dios como Padre con el que se podían comunicar sin el obstáculo que representa para nosotros como seres caídos y pecadores, el que permanezca Dios oculto a nuestros sentidos, pudiéndole ver sólo por los ojos de la fe.

¿Por qué anhelaron ser como Dios conociendo el bien y el mal? ¿Quizá dudaron que un Dios y Padre tan amante de ellos fuese capaz de cumplir con su palabra o promesa de que morirían por hacer lo que hicieron? ¿No eran conscientes en ese momento de que desobedecer a Dios implicaba su separación e independencia de Él, y que separados de la Fuente de la Vida, su destino sería, no sólo perder su estado de gozo y paz en el Paraíso, sino también recibir la paga del pecado que es la muerte?

En el Paraíso no todo era perfecto, pues tuvo acceso el ángel caído, llamado Lucifer, padre de toda mentira, “el dragón, la serpiente antigua que es el diablo y Satanás” (Apoc. 20:2). Él sirvió a Dios para probar a Adán y Eva hasta donde eran capaces de ser fieles y de continuar creyendo en Dios, su Padre, antes que en una criatura que, aunque por naturaleza, incapaz de hablar, extrañamente desarrolló una argumentación poniendo en duda la veracidad y bondad de Dios, sugiriéndoles que serían como Dios si le obedecían a Él (Satanás) antes que a Dios. Génesis 3:1-6.

Dice Génesis 3:6: “y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella.” ¿Es pecado codiciar la sabiduría? El árbol no tenía nada malo en sí mismo, no era feo, ni venenoso su fruto. El propósito de comer del fruto para alcanzar sabiduría, tampoco parece ser malvado. Creo que el pecado consistió en que, a pesar de conocer que la voluntad de Dios era que no comiesen del fruto, lo hicieran. El medio elegido para obtener sabiduría no era lícito, ni correcto y no estaba demostrado ni avalado por la palabra de Dios. Ejercieron fe en la palabra de Satanás, al que no conocían de nada, pues nada había en ellos en común, y despreciaron a Dios que les había dado la vida y el estado de felicidad en el Edén.

¿Es Satanás responsable de la caída de la primera pareja? ¿Por qué no fueron capaces de resistir la tentación y creer a Dios, su Padre, antes que a otro ser? Si el libre albedrío en conjunción con la perfecta armonía y unión con el Creador no garantizan una fidelidad inquebrantable por la eternidad ¿Cuál es el medio de que se vale Dios para lograr que por la eternidad en los salvos no vuelva a aparecer el pecado? En un momento de la historia del cielo, en las moradas del Altísimo, un ser celestial poderoso y perfecto, ambicionó ser igual a Dios (Ez. 28:12-19), y rebelándose, arrastró tras él a un tercio de los ángeles (Apoc. 12:4, 9). Allí, en el cielo, apareció el mal por primera vez. Satanás no fue tentado por nadie.

El misterio permanece. Dios nos ha revelado todo lo que necesitamos saber para nuestra salvación. Tanto en Satanás como en Adán y Eva se originó un deseo de ser igual a Dios. Cómo fue posible que ocurriera, no lo sabemos. A este respecto, no puedo dejar de citar las palabras inspiradas del apóstol Santiago en su epístola que nos descubren aspectos de cómo se origina el pecado en nuestras vidas. Leamos el capitulo 1:13-15 que dice: “(13) cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; (14) sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. (15) Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.

Los seres humanos somos inconformistas. Nunca estamos satisfechos con lo que tenemos, siempre deseamos más cosas. Esto, hasta cierto punto es lógico y natural, pues somos imperfectos, tenemos múltiples carencias físicas, psíquicas, espirituales, afectivas, enfermedad, envejecimiento, etc., en algún momento de nuestra vida. Aquí es imposible ser completamente feliz, por tanto, no podemos imaginar los deseos y codicias que se pueden producir en un estado ideal de perfección como en el paraíso, ya sea celestial o terrenal. Yo creo que si pudiese tener todo lo que deseo y necesito sería completamente feliz, y no codiciaría nada que a Dios no le agradase. ¿Por qué se codicia? Si tengo todo lo que necesito y me siento feliz ¿qué más necesito codiciar o desear? Quizá, entonces, codiciaría la felicidad de otros que pudiera pensar que es mayor que la mía. Nunca podría aproximarme a comprender, las motivaciones profundas que provocaron la codicia en seres perfectos y libres como fueron, sin duda, nuestros primeros padres y Satanás.

Si Dios sabía que iba a entrar el pecado y el mal en el cielo y en la tierra ¿Por qué lo permitió? ¿Era necesario tanto sufrimiento y muerte? ¿Era esto necesario para que el mal fuese erradicado de una vez y para siempre, de manera que jamás ningún ser, ni de la tierra, ni del cielo, ni de ningún otro planeta habitado en las miles de galaxias del universo pueda sentir nunca más ganas de pecar?

Ahora no podemos comprender por qué apareció el pecado. No tiene justificación que seres perfectos creados por un Dios de amor se rebelen y se separen de Dios. Sin embargo, todos podemos ver las consecuencias de esa separación: egoísmo, envidia, orgullo, violencia, asesinatos, enfermedades, catástrofes etc. Todos los seres humanos que sean salvos por el sacrificio expiatorio de Cristo, habrán sido “vacunados” contra el virus del pecado en la vida eterna, de manera que serán incapaces de pecar, como le ocurre a Dios. Igualmente, todos los demás seres creados del cielo y otros planetas, al contemplar las terribles consecuencias del pecado, y el precio infinito que Dios mismo pagó con el sufrimiento y muerte de su Hijo, también resultarán inmunes al virus del pecado.

¿Cuál dice la Biblia es nuestra condición? Aunque no les guste a la sociedad de nuestro tiempo que tanto se deja llevar por lo que dice la ciencia sobre cosas no mensurables, somos seres caídos y pecadores, separados de Dios y merecedores de la muerte. En esa condición estamos cuando nacemos físicamente, y hasta que morimos. ¿Tienen las criaturas al nacer una completa inocencia? ¿Son asépticas o neutrales, de manera que no tienen inclinaciones intrínsecas hacia lo malo? ¿No hay, inmediatamente al nacer, innegables rasgos de egoísmo? Toda criatura nace en separación y rebeldía con el Creador. A este respecto, veamos lo que dice la Biblia el libro de Salmos, capitulo 51 y versículo 5: “He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre”. El escritor de los Salmos, el rey David, inspirado por Dios, está refiriéndose a esa maldad congénita que caracteriza a la naturaleza humana, y que viene desde nuestros primeros padres, Adán y Eva. Y el pecado con que fue concebido por su madre, no se refiere a un posible pecado de adulterio o sexual, sino al pecado original, de rebeldía y separación de Dios, que es la raíz de todos los males y pecados.

¿Cuál es la tendencia natural de los pensamientos de los seres humanos? La Biblia dice en Génesis 6:5: “Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal, y en Génesis 8: 21: “Y percibió Jehová olor grato; y dijo Jehová en su corazón: No volveré más a maldecir la tierra por causa del hombre; porque el intento del corazón del hombre es malo desde su juventud; ni volveré más a destruir todo ser viviente como he hecho.”

¿De dónde, pues, proviene la maldad? Como siempre, encontramos la respuesta inerrable en la Biblia: Marcos 7:21-23: “Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, (22) los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. (23) Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre. Por tanto, ¿Cómo es el corazón del hombre? Dios dice a través de su profeta Jeremías en capítulo 17:9: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿Quién lo conocerá?”

La Biblia enseña, pues, claramente, que el pecado afectó a las tres dimensiones del ser humano: cuerpo, alma y espíritu, lo que significa que todas sus facultades físicas, psíquicas, mentales o emocionales, así como espirituales (su relación y comunión con el Creador) quedaron afectadas. Si estamos inclinados al mal por naturaleza, como dice la Biblia, si nuestra voluntad está cautiva y esclava, siendo controlada por nuestros deseos, cuya tendencia es hacia lo malo, ¿Cómo es posible que, desde nuestro natural deseo anhelemos los bienes espirituales, tener comunión con Dios que es infinitamente santo, y todo lo que significa lo espiritual, que no vemos, y que queda fuera de nuestra condición?

En su condición natural, ¿Es libre el ser humano de escoger a Dios y todo lo bueno que representa la relación espiritual con el Ser infinito e invisible, al que sólo podemos ver con los ojos de la fe, que nadie posee por si mismo, sino que es también un don de Dios? Efesios 2:8,9: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; (9) no por obras, para que nadie se vanaglorie” ¿Somos completamente libres o somos esclavos de nuestros deseos y pasiones? Pablo dice en Romanos 6: 16, 18, 20, 22 lo siguiente: “(16)¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quién obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia? (18) y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia. (20) porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres acerca de la justicia. (22) Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.” Ver también: Juan 8:34, 2 P. 2:19.

¿Es consustancial a la naturaleza del hombre el creer en Dios y en las cosas espirituales? Pablo, como siempre, nos responde muy claramente en 1 Cor. 2:14: “Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” (ver también Efes. 4:18). El ser humano también es incapaz de por medio de la educación o de la autocorrección convertirse a sí mismo, como lo indica por ejemplo: Jeremias 13:23 “¿Mudará el etíope su piel, y el leopardo sus manchas? Así también, ¿Podréis vosotros hacer bien, estando habituados a hacer mal?

¿Cuál es la condición del ser humano desde la caída? Como dice Pablo en Romanos 3:10-12: “Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; (11) No hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. (12) Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.” Por tanto, ¿Le queda al hombre alguna clase de vida espiritual que le permita acercarse a Dios por su propio deseo y voluntad? El apóstol Pablo, en Efesios 2:1-5, nos describe meridianamente cual es la condición espiritual de la persona que no ha recibido la regeneración del Espíritu Santo o lo que es lo mismo el nuevo nacimiento de que habló Jesús en Juan 3:5:”De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.” Y Efesios 2: 1-5 dice: Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, (2) en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, (3) entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de la carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. (4) Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, (5) aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)."

Si estamos muertos espiritualmente, para poder buscar a Dios, es imprescindible que Él nos dé nueva vida. Luego, según el Evangelio, es Dios quien se acerca a la persona, quien toma la iniciativa, quien nos amó primero, 1 Juan 3:10: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.” Nuestra condición nos hacía enemigos de Dios pero aun así él nos amó y nos salvó: Romanos 5:10: “Porque si siendo enemigos, fuimos recociliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida”

El nuevo nacimiento o regeneración espiritual es lo que hace que Dios nos adopte como sus hijos y nos conceda la vida eterna en Cristo Jesús. Al igual que no elegimos nacer físicamente, tampoco podemos elegir nacer de nuevo espiritualmente, puesto que no depende del poder de nuestra voluntad. Ya hemos visto que como muertos espirituales somos incapaces de desear el bien sobrenatural que está en Dios. Así lo confirman muchos textos de la Biblia, de los cuales sólo citaremos Evangelio de San Juan 1:12-13: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; (13) los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.

Aunque todos tenemos libre albedrío o capacidad de tomar decisiones, éstas siempre corresponderán con los deseos de nuestro corazón, pues el libre albedrío que poseemos no es neutral sino que está inclinado al mal. Adán y Eva, antes de la caída, fueron los únicos que tuvieron completo libre albedrío. Sin embargo, lo que hicieron fue desobedecer a Dios. Como el apóstol Pablo, celoso fariseo y acérrimo perseguidor de los cristianos antes de su conversión, y que por obra de Dios su voluntad es cambiada completamente y se convierte, según sus propias palabras en Romanos 1:1, en “esclavo de Cristo”, así ocurre con todo cristiano, antes de ser salvos, éramos esclavos del pecado, y cuando nacemos de nuevo, pasamos a ser esclavos de Cristo.

Si la salvación dependiera de nuestra voluntad, no tendríamos ninguna seguridad, y dada la debilidad del ser humano, en cualquier momento o circunstancia adversa podríamos perderla. Pero la Biblia dice: “La salvación es de Jehová” (Salmos 3:7 pp, ver también Salmos 37:39, Jonás 2:9, Apoc. 7:10). La resurrección de Lázaro (Juan 11:43 “...¡Lázaro, ven fuera!”) es una figura de nuestra condición espiritual muerta, antes de ser salvos. Lázaro estaba muerto, varios días en la tumba, atadas las manos y los pies con vendas, en su estado, no tenía la capacidad de obedecer la voz de Jesús. Sin embargo, al igual que Jesús le dio vida para que pudiera obedecer a su llamado, así ocurre con cada uno de nosotros, Él previamente nos da vida espiritual, para que podamos recibirle y aceptarle.

Pablo en Romanos 10:17 dice: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios”. No obstante, para que la Palabra pueda llevar fruto de salvación, es necesario que Dios, antes nos dé vida espiritual. Veamos algunos ejemplos en el libro de Hechos: Hec. 16:14 p.ú:”...Y el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía.” Hec. 18:27 p.ú: “...y llegado él allá, fue de gran provecho a los que por la gracia habían creído.” Hechos 13:48: “Los gentiles, oyendo esto, se regocijaban y glorificaban la palabra del Señor, y creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna.”

En el evangelio según San Juan existen muchos textos que confirman lo anterior, y están en armonía con lo que hemos visto que enseña la Biblia de que la salvación es un don de Dios que concede según su voluntad. Veamos algunos ejemplos: Juan 3:27: “Respondió Juan y dijo: No puede el hombre recibir nada, si no le fuere dado del cielo.” A continuación transcribo textos que corresponden a las claras enseñanzas de Jesús con respecto a la salvación y los salvos.

Juan 6:37: “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que mí viene, no le echo fuera.”

Juan 6:44: “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero”

Juan 6:65: “Y dijo: por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre”

Juan 8:47: “El que es de Dios, las palabras de Dios oye; por esto no las oís vosotros, porque no sois de Dios.”

Juan 10:14: “Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen,”

Juan 10:26-28: pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho. (27) Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, (28) y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.”

Escogidos para salvación

2 Tesal. 2:13 “Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación por el Espíritu y la fe en la verdad.”

2 Tim. 1:9 “[Dios] quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos”

Efesios 1:4,5,11 “(4) según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, (5) en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, (11) En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad,”

Romanos 8:28-30 “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. (29) Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. (30) Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó.

Léase también Romanos 9 el capítulo completo.

Para cualquier comentario enviar a: Carlos.Aracil@ono.com

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